Los reencuentros son siempre tristes, eso se dice por ahí. Sin embargo yo camino a mi cita con unbrilloespecial en los ojos. Después de tanto tiempo de búsquedas infructuosas recibí esa llamada. La encontramos, vive en el barrio "Las Flores", la dirección es… Las horas se alargaron elásticas avanzando en cortos pasos lentos. No cabía en mi emoción, al fin la había encontrado. ¿Cómo estaría? ¿Seguiría tan linda como entonces? ¡Qué hermosa que era… preciosa! Me quitaba el aliento cuando la veía venir. Ni un día de mi vida dejé de pensar en ella. Teníamos cosas pendientes, una asignatura. La vida me enseño que quedarse con cosas adentro no era bueno y algo de ella permanecía aún conmigo. Entre los había quedado algo. Le compré un ramito de flores blancas como solía llevarle al trabajo. Llegué a su puerta y la vi, igualita, un poco más mayor, la misma, sentadita en su sillón, todavía después de casi veinte años tenia el Chichón en la frente de cuando se cayó de la silla en la escuela dando clases. "Señorita Etelvina, tengo algo para usted" y sin más le devolví los soportes de la silla.
Este grupo de inexpertos y locos escritores se desnudan públicamente.
martes, 26 de abril de 2011
ASUNTOS PENDIENTES por AIDA REBECA NEUAH
Los reencuentros son siempre tristes, eso se dice por ahí. Sin embargo yo camino a mi cita con unbrilloespecial en los ojos. Después de tanto tiempo de búsquedas infructuosas recibí esa llamada. La encontramos, vive en el barrio "Las Flores", la dirección es… Las horas se alargaron elásticas avanzando en cortos pasos lentos. No cabía en mi emoción, al fin la había encontrado. ¿Cómo estaría? ¿Seguiría tan linda como entonces? ¡Qué hermosa que era… preciosa! Me quitaba el aliento cuando la veía venir. Ni un día de mi vida dejé de pensar en ella. Teníamos cosas pendientes, una asignatura. La vida me enseño que quedarse con cosas adentro no era bueno y algo de ella permanecía aún conmigo. Entre los había quedado algo. Le compré un ramito de flores blancas como solía llevarle al trabajo. Llegué a su puerta y la vi, igualita, un poco más mayor, la misma, sentadita en su sillón, todavía después de casi veinte años tenia el Chichón en la frente de cuando se cayó de la silla en la escuela dando clases. "Señorita Etelvina, tengo algo para usted" y sin más le devolví los soportes de la silla.
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