jueves, 19 de mayo de 2011

LA ALEGRÍA DEL MIEDO por LUIS GOREN





Era esa hora en que la Noche aún no murió, y el nuevo Día todavía no hizo su aparición. Esa hora que puede tener diferente duración, según esté la persona durmiendo confortablemente en su cama, o caminando sin rumbo fijo por las calles desiertas, como yo lo hacía, mirando continuamente para atrás para comprobar si realmente estaba solo, o tenía compañía no deseada, a pocos metros detras.

No era "mi ciudad", en la que tenía amigos, y que conocía como la palma de mi mano; en ella nunca tuve necesidad de mirar para atras. Esta era otra cosa, completamente diferente. Después de vagabundear por infinitas calles, llegué a una amplia avenida, completamente llena de gente (sin vehículos, solo peatones), que caminaban como yo, dirigiendo miradas temerosas en todas las direcciones.

Me llamó mucho la atención, que todos fueran como calcos, idénticos los unos a los otros, y al mirarme en el espejo de un escaparate, comprobé que yo, era un calco más entre los miles de "calcos". Intenté detenerme para pensar, pero una fuerza misteriosa me impulsó, y comtinué caminando; busqué una esquina para salir, y no había ninguna; busqué un bar o algún lugar donde detenerme pero no encontré.

Fué entonces que experimenté una extraña alegría: el miedo no era mío en exclusividad, si no que estaba compartido por los miles de calcos que transitaban en mi compañía por la calle. Era como si yo no fuera yo, como si compendiara en uno, los miedos y alegrías de toda la humanidad; como si al despojarme de mi egoísmo, entrara a formar parte de un TODO mucho mas amplio y completo.

Y entonces me sentí vivo; entonces comprendí de que no estaba solo, que era parte integrante de la Humanidad y por eso mismo, dejé automáticamente de sentir el miedo absurdo que me dominaba, para pasar a sentir la alegría del miedo compartido, no con uno o con dos amigos, si no con todos los habitantes del Planeta Tierra, que sienten ese miedo alegre de quien no ve claro el futuro que le espera.

Desperté por completo con la luz del día, y me encontré en casa, en mi Ciudad,con el olor a café recien hecho y el aroma que despiden las media lunas calentitas, que emanaba de los bares. Me fuí a desayunar.

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