Hoy voy a nacer.
Lo sé porque escucho los pensamientos de mi mamá. Ella sintió que hoy sería el día tan esperado. Por lo tanto, se ocupó que la casa estuviera limpia, la heladera llena y la ropa lavada y planchada. Trabajó sin parar; por fin decidió descansar, no sin antes revisar si el bolso con mi ropita estaba completo. Se acostó y yo me alegré, estaba cansado de tanto trajín. Me acurruqué y me quedé quietito para no molestarla, nos quedamos dormidos. De pronto, tuve la sensación que algo me empujaba. El momento había llegado.
Me asaltaron sentimientos contradictorios. Por un lado, me dio miedo abandonar el lugar donde había tenido una vida apacible, allí me sentía seguro y protegido. Al mismo tiempo me alegraba saber que conocería a mi mamá (me refiero a la forma externa, pues por dentro ya la conocía).
Además, estaba convencido que nacer es un acontecimiento muy importante y se da sólo una vez en la vida de. No quería perdérmelo por nada.
Así es que comencé a avanzar por un túnel oscuro, al término del cual divisaba una luz blanca y brillante.
Cuando llegué, asomé la cabeza; un hombre se desmayó…creo que era mi papá. No se si fue por la emoción de verme, o le parecí muy feo.
Mi mamá estaba muy cansada, se reía y lloraba al mismo tiempo, comprendí que para ella yo era un bebé único, el más hermoso de todos.
Más tarde, alguien me tomó en sus brazos, con tanto temor como si yo fuera un juguete que podría romperse. Era mi papá.
Me di cuenta que a partir de ese momento comenzaba para mí la gran aventura de vivir.
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