Era un amor imposible. Una locura. Él lo sabía. Pero con solo verla lograba olvidarse de su esposa, sus hijos, su brillante carrera, su futuro promisorio… Con sus treinta y dos años se sentía un adolescente como ella, una pasión desconocida lo envolvía, lo torturaba… Ella era una flor que empezaba a florecer, un ángel que se había cruzado en su vida, que le robaba el sueño, le quitaba el apetito, lo provocaba a soñar que era posible… Ludmila, a sus quince años veía a su profesor de día y de noche. Durante las mañanas lo veía en la escuela, y por las noches, no faltaba a ninguno de sus sueños. Carlos era un hombre muy atractivo, de risa fácil y contagiosa, de mirada clara…
Nadie podía saber su secreto, no serian capaces de entenderla, ni sus amigas, ni sus padres, ni sus hermanos. Un día al salir de la escuela, se tropezaron en la entrada. Se miraron en silencio, y sus ojos hablaron por ellos. No podían quedarse así mucho tiempo sin llamar la atención, así que Ludmila tomo la iniciativa y le pidió verse mas tarde. Carlos sabía que debía negarse, pero la razón en ese momento no logró imponerse.
A las cinco de la tarde se encontraron en una plaza, un poco alejada del barrio, para no correr riesgos. Se miraron, hablaron, se confesaron, se tocaron, se amaron…
Fuegos artificiales multicolores encendieron sus corazones enamorados, ardientes de pasión. Esa misma noche lo hicieron. Se escaparon juntos a vivir su amor prohibido, con rumbo desconocido.
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