Cerró la puerta tras de sí, tembloroso. Salió a la calle. La lluvia caía sobre su cara, pero no trató de
resguardarse. Le ayudaba a pensar.
Ésta última sesión con su psiquiatra, fue muy dolorosa, pero también sensata. Sentía como si un gran peso se le caía de encima. Le dio la pauta, que su forma de pensar, no era la correcta. Su ámbito le exigía un comportamiento totalmente opuesto a su ser, a sus sentimientos, a su manera de opinar, a su verdadero yo...
Comenzaba para él una nueva guerra, quizás mas dura que la anterior, llena de enfrentamientos contra principios arraigados en una sociedad ciega y sorda, donde todo está encajonado en estereotipos, adjuntos a preceptos remarcados y catalogados por sectas y por clases. Por prejuicios contradictorios a lógicas y entendimientos...
Pero esta nueva guerra, difícil como fuera que sea, lo liberaría de sus sentimientos de culpa.
Respiró hondo, y con pasos fijos y decididos, dirigió su andar a lo de su amado.
Golpeó a su puerta y al verlo, lanzó sus brazos y se besaron apasionadamente.
Contra viento y marea, gritará de ahora en adelante: ¡soy feliz!
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