Es mi cumpleaños, el dieciséis, y como todos ellos, desde que recuerdo, no me serán festejados. Dejo la puerta de calle abierta, de par en par, con la esperanza de que alguien festeje el día conmigo. Alguien entra, voy a recibirlo. Me da un cachetazo que me tira contra la pared. Va hacia la puerta y la cierra, con llave, ya que la misma esta puesta. No hay nadie en casa, mi madre trabajando y el que la ayudo a concebirme nunca lo conocí ni supe quien fue. Corro, pero él me alcanza. Me toma del cabello y me arrastra hasta encontrar una habitación con cama, la mía. Me tira violentamente sobre ella, y me arranca la ropa, la desgarra, la rompe. Estoy en ropa interior, casi exánime. Mi interior no se humedece y mi virginidad se va en medio de espasmos. Dinero no tenemos, el hospital municipal no atiende violaciones, pues no tiene presupuesto, el encargado agrega que más de la mitad son denuncias falsas, y no tienen tiempo para ello. Duermo por las mañanas, pues de noche me es imposible conciliar el sueño. Es mi cumpleaños, el veinticuatro. Vengo del hospital. Un análisis de sangre para entrar en un empleo, me descubrió leucemia. Los médicos dicen que esta avanzada, y en el mejor de los casos me dan dos años de vida. Como ya no creo en la medicina empiezo a ir a la iglesia, a todas ellas, a espiritistas, pero nada cambia. Compro una botella de alcohol, que me aseguran es combustible. Me visto y me derramo el liquido sobre mí. Me prendo fuego, y una vez que estoy bien, pero bien encendida salgo corriendo a la calle. He sufrido tanto durante mi vida, que el dolor de quemarme en vida, no me importa. Me velan en casa de unos primos. Mi madre hace varios años que murió. La caja está cerrada. Yo escucho las conversaciones. Entiendo que estoy muerta, pues no tengo sensaciones. Quizás es mi espíritu que viaja.
Este grupo de inexpertos y locos escritores se desnudan públicamente.
sábado, 18 de junio de 2011
YO, REBECA por EMILIO FELER
Es mi cumpleaños, el dieciséis, y como todos ellos, desde que recuerdo, no me serán festejados. Dejo la puerta de calle abierta, de par en par, con la esperanza de que alguien festeje el día conmigo. Alguien entra, voy a recibirlo. Me da un cachetazo que me tira contra la pared. Va hacia la puerta y la cierra, con llave, ya que la misma esta puesta. No hay nadie en casa, mi madre trabajando y el que la ayudo a concebirme nunca lo conocí ni supe quien fue. Corro, pero él me alcanza. Me toma del cabello y me arrastra hasta encontrar una habitación con cama, la mía. Me tira violentamente sobre ella, y me arranca la ropa, la desgarra, la rompe. Estoy en ropa interior, casi exánime. Mi interior no se humedece y mi virginidad se va en medio de espasmos. Dinero no tenemos, el hospital municipal no atiende violaciones, pues no tiene presupuesto, el encargado agrega que más de la mitad son denuncias falsas, y no tienen tiempo para ello. Duermo por las mañanas, pues de noche me es imposible conciliar el sueño. Es mi cumpleaños, el veinticuatro. Vengo del hospital. Un análisis de sangre para entrar en un empleo, me descubrió leucemia. Los médicos dicen que esta avanzada, y en el mejor de los casos me dan dos años de vida. Como ya no creo en la medicina empiezo a ir a la iglesia, a todas ellas, a espiritistas, pero nada cambia. Compro una botella de alcohol, que me aseguran es combustible. Me visto y me derramo el liquido sobre mí. Me prendo fuego, y una vez que estoy bien, pero bien encendida salgo corriendo a la calle. He sufrido tanto durante mi vida, que el dolor de quemarme en vida, no me importa. Me velan en casa de unos primos. Mi madre hace varios años que murió. La caja está cerrada. Yo escucho las conversaciones. Entiendo que estoy muerta, pues no tengo sensaciones. Quizás es mi espíritu que viaja.
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