El Inca Atahuala Yupanqui se encontraba en el balneario de aguas termales ubicada en la cuidad de Cajamarca al norte del Imperio Inca cuando fue tomado prisionero por 200 soldados españoles, el Emperador Inca ofreció un cuarto repleto de oro y dos de plata por su liberación y casó a su hija la princesa Cusi Coyo con un jefe de alto rango del ejercito español siendo este tipo de enlace costumbre Incaica para consolidar la Paz entre dos pueblos.
En el instante en que se escuchó el primer llanto de la princesita al nacer, su abuelo el Inca Atahualpa era cruelmente asesinado tras la traición de los conquistadores encabezados por Pizarro.
Cuenta la leyenda que el día que una princesa pariera un ser de ojos color del cielo sería el comienzo del fin del Imperio Incaico.
La princesa Cusi Coyo miró sonriente y emocionada a su recién nacida y dos lágrimas surcaron su rostro, la niña de cabellos negro azabache y piel canela tenía los ojos color del cielo.
Cusi Coyo viajó al corazón del Imperio (la cuidad del Cuzco) con la pequeña princesita llamada Tinka Kantuta (en español: Flor de Capulí), ella temía por la vida de su retoño. Cusi decidió esconder a la niña en el palacio que su padre construyera para las ñustas (vírgenes que se dedicaban a la adoración del Ser Supremo) y cuya ubicación era un misterio.
Así fue que Tinka Kantuta vivió en un mundo de ensueños, no conociendo la leyenda de la que se creyera fuera protagonista.
Un día un soldado español aventurose por los Valles Sagrados de los Incas, atravesó Montañas repletas de vegetación mezcla de andino y amazónico perdiendo así el rumbo y orientación; serpenteando las montañas encontró un camino empedrado y angosto que no saíia a donde conducía, árboles con orquídeas colgantes, plantas y frutos desconocidos, le hacían pensar que las montañas frondosas en vegetación lo habían atrapado en su inmensidad, en un mundo desconocido para ser devorado por alimañas; tras larga y ardua caminata en la que perdió la noción de los días, cayó rendido y dormido en la noche oscura.
El soldado despertó al amanecer, el sol brillaba intensamente sobre una montaña frente a él y al verla creyó que se trataba de una alucinación, vio a lo lejos la mas hermosa cuidad de piedras resplandecientes, finos acabados, torreones, acueductos de perfecta arquitectura incaica, instalada sobre una montaña de verdes prados la montaña se ocultaba entre otras aun más altas que ella. El soldado quedó extasiado y al acercarse observó a un pequeño grupo de mujeres que cumplían un ritual de danzas y cánticos extendiendo sus brazos hacia el sol naciente; fue así que viera entre ellas a la bella Ñust’a (princesa) de larga cabellera negra y ojos azules quien quedó en la plaza acompañada de una llama blanca como las nubes adornada de tejidos de calidos colores.
El español perdido, sintió un impulso que lo obligó a salir de su precario escondite olvidando por un momento el dolor sentido por la larga caminata. Vencida la sorpresa y el temor, Tinka Kantuta que por primera vez viera a un soldado, sintió curiosidad por saber del mundo y ambos se enfrascaron en una larga conversación.
El soldado, sintiéndose muy atraído por la extraña belleza de la princesa mestiza prometió volver por ella mas la madre de Tinka Kantuta la princesa Cusi Coyo, ordenó la captura y encierro del español intruso.
Tinka Kantuta esperaba cada amanecer la llegada del soldado español y al no ser así sus lágrimas vertidas formaron un cause al pie de la montaña dando origen al río Urubamba.
Cuentan que las lágrimas del soldado derramadas al norte del imperio en el lugar donde fuera su cautiverio, formaron el río Marañon; ambos ríos hoy se juntan y al unirse formar el caudal que atraviesa el continente Sudamericano, es hoy conocido como río Amazonas (nombre de mujeres guerreras que los españoles vieron a orillas de de su cauce).
Los pocos nativos que conocían la existencia de la ciudadela del Inca guardaron el secreto para que éste no llegara a oídos de los españoles y ellos no profanaran y saquearan una vez más sus templos adornados con finos trabajos de oro y plata pues este sacrilegio sucedió con muchos de sus recintos sagrados a lo largo del vasto Imperio; estos templos no pudieron ser destruidos en su totalidad y fueron usados como base sobre los cuales se construyeron Iglesias españolas.
Otros o los mismos nativos sospechaban que la última princesa inca se resguardaba en la ciudadela escondida y velando por su vida sellaron sus labios con la esperanza vana de que un día los Incas vencieran a los intrusos que los esclavizaron y llevaron a su pueblo casi a su total extinción.
El tiempo borró de la memoria del pueblo aquel misterio y la naturaleza guardó celosamente el secreto de los Incas mas nada ni nadie escapa a su destino.
Al pasar los siglos caza tesoros y arqueólogos buscaron vanamente la que por allí se rumoreaba existencia de una cuidad perdida de los Incas.
Un mestizo llamado Melchor Arteaga conoció la cuidad perdida de los Incas y llevó hasta ella a un extranjero arqueólogo de la Universidad de Yale EEUU quien pidiera lo condujese hasta la ciudadela perdida de los Incas.
El extranjero procedió a saquear los tesoros encontrados en ella, adjudicándose luego el descubrimiento de Machu Picchu (en español: Cumbre Mayor) cuidad perdida de los Incas y hoy octava maravilla del mundo.
Tinka Kantuta (Flor de Capulí) nació como fruto de un pacto, fue prueba viviente de una traición y fin de una nación.
Hoy el pueblo mestizo de Perú “celebra” el centenario del “descubrimiento” de Macchu Picchu por el norteamericano Hiram Bingham.
Perú reclama al mundo la devolución de los tesoros saqueados a los Templos de los Incas así la princesa del final de los tiempos del Imperio Inca podrá descansar en su sueño eterno.
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