Tic tac, tic tac, tic tac…. La aguja no me perdona y no se para, ni por un momento, ese momento que tanto lo necesito...Tic tac, tic tac, el tiempo sigue sin pararse ni apiadarse de mí.
El domingo me dieron una tarea que decidí llamarla “Misión Imposible: Escribir un texto en castellano y entregarlo hasta el día sábado.
“Tengo tiempo” pensé sin dejar de pensar que voy a escribir.
Tiempo - siempre me digo a mí misma que tengo tiempo y siempre llego tarde, a todo...
Los minutos corren, las horas pasan y los días cambian: Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes.
El reloj sigue su monótono ritmo y yo sigo pensando.
Sábado. Me levanto a las 10:12 de la mañana sin dejar que las ruedas de mi cerebro descansen y dejen de pensar: ¿que escribo?
Las horas pasan sin importarles mis pensamientos, mi desesperación y mi decepción, yo, ocupada en ellos, pienso ahora que pretexto dar y cuál es la razón por la cual no escribí... “Lo más fácil es decir que me es difícil” me digo a mí misma en una subida y bajada de hombros, ya dispuesta a renunciar.
Fue entonces cuando lo veo a Él. Él, que siempre está conmigo y nunca me abandona y más cuando los dos sabemos que estoy mintiendo, principalmente me estoy mintiendo a mí misma, cuando no quiero esforzarme y me es más fácil renunciar que enfrentarme al desafío “No seas negativa” me dice o acaso ¿me lo digo yo misma?
Pero así me veo: Negativa.
¡No te des por vencida!
¿Me lo dice Él? ¿Me lo digo yo?
Miro el reloj: 22:12. Extraño, parece más tarde. Lo miro nuevamente: ¡El reloj está parado! Como partido por la mitad... ¡mi corazón y mi mente me laten velozmente!
Lo miro y veo su sonrisa, avergonzada, triste, su cabeza, inclinada hacia abajo.
Los dos entendemos que llegó la hora, que su misión - está cumplida.
Viste su viejo saco, ese con el capuchón y calza las botas negras.
Caminando lentamente, Él se vá, sin mirarme, sin hablarme - no me quiere molestar, sabe que tengo una tarea para hacer y la voy a hacer sea lo que sea y como sea, Él no me ve de manera negativa, lo veo a Él y entiendo que Él cree en mí y me tiene confianza, y su fe en mí - me llena.
Lo veo alejarse de mí en silencio, sin despedirse, sin darme tiempo... pero estamos conectados el uno al otro y nada ni nadie nos va a separar. ¡Nunca!
Sé que va a volver...en otro tiempo.
De un salto me levanto del cómodo sillón, me siento frente a la computadora y sin sacar el ojo del teclado, marco las letras veloz y automáticamente casi sin necesidad de pensar, ¡escribo mi primer texto en castellano después de mucho tiempo!
Sin perder tiempo y sin mirarlo, mando el texto por mail, me levanto del asiento, voy hacia el reloj, le doy cuerda y lo pongo en hora.
Mi corazón y mi mente vuelven a su ritmo normal.
Tic tac, tic tac...
Así el reloj.
El relato tiene como base la imagen:
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