“Caballero de edad muy avanzada, sin familia, enfermo, busca pareja que pudiera darle compañía y cuidados sencillos. Ofrece a cambio la propiedad del inmueble a su deceso.”
Este aviso figuraba en el diario, al leerlo, Mary sintió un estremecimiento, la curiosidad fue mayor que su necesidad de cambiar su vida.
Acudió al domicilio, la persona que abrió la puerta, le causó gran sorpresa, la cara del anciano reflejaba serenidad y resignación, y su apariencia no daba señales de enfermedad.
Fue invitada a pasar, cruzó un pasillo oscuro y luego al salón decorado con austeridad, con un ademán, le indicaron que se sentara, Mary no se animaba a hablar, esperó que él iniciara la conversación, su inquietud iba en aumento, no sabía la causa, pero algo en su interior le decía que esperase con calma, lo que el extraño le podría decir.
El caballero con una sonrisa, le dijo que se llamaba Augusto, pidiéndole que le hablara de los pormenores de su vida y el motivo que le había inducido a contestar el aviso.
Mas animada, Mary sonrió a su vez, manifestó que era viuda, había ejercido como docente, hasta que su esposo enfermó, que su único hijo estaba en Australia, casado, con dos nietos que no conocía, y del cual ocasionalmente recibía noticias .
El dolor se reflejó en sus ojos.
Augusto, le dijo que entendía porque había contestado su aviso, que la soledad compartida es más llevadera, cuando no se tiene a los seres queridos cerca.
Luego de una pausa, le dijo que sentía como si la hubiera conocido de antes, que su corazón se estremeció, al verla frente a su puerta, que le recordaba su primera novia, en su provincia natal, que tuvo que dejar en plena juventud, porque sus padres se trasladaron a la gran urbe, que con gran dolor la dejó, y sus cartas fueron devueltas por desconocimiento del destinatario, y que no se había casado, por que continuaba fiel a ese primer amor.
Las lágrimas caían por el rostro de Mary, recordó cuando su primer novio dejó la ciudad donde ella había nacido, para trasladarse lejos. Su dolor al no recibir noticias de Juan y al poco tiempo ella y sus padres también se mudaron.
Mas osada le preguntó el nombre completo al caballero, que notó tembloroso y emocionado, el cual le dijo que era Juan Augusto, y luego de un breve silencio, este preguntó: ¿María Soledad, eres tú?
Mary asintió.
Los dos se levantaron al unísono, Juan tomó las manos, la miró a los ojos y con voz cortada, susurró:” nuevamente juntos, mi amor”.En ese momento las llamas de dos velas apagadas en tantos años, se encendieron en sus corazones.
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