"El cementerio de la villa es ovalado. Las gallinas del enterrador anidan en los nichos o escarban las tumbas frescas hasta picotear los ojos de los difuntos pobres. Por noviembre, sus deudos y familiares acuden a él con hojitas verdes de perejil y se vuelven cada cual con su cestita de huevos".
Preparan tortillas y tortas pero todo sale infaliblemente amargo. Parece que el gusto a la muerte no se puede endulzar.
1 comentario:
Lindo.
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