miércoles, 14 de abril de 2010

TODO SALDRA BIEN por Polly Cordoval


(La consigna, escribir un relato breve en el que el protagonista desee descollar por algo, pero que no lo pueda lograr. Que este deseo sea su fuerza, su impulso, lo que lo hace actuar). 


Fue un encuentro casual.   Ella  doblaba la esquina y él, en su apuro,   casi se la lleva por delante. Apenas acertó a decir un perdón, escapado de los labios, como una respuesta autónoma, casi sin reparar de quien se trataba.  Por un minuto sus manos rozaron sus brazos, para evitar que cayera al suelo por el impacto. Pero al mirarle a los ojos, la reconoció, y  su natural timidez  hizo que instintivamente bajara la vista, la soltara y se quedara con la pregunta en  la punta de la lengua:  "¿estás bien? " .  Ella se  estabilizó mejor,  aseguró su cartera al hombro, y le contestó con voz  tranquila "no hay problema, no pasó nada", y siguió  su camino.
Ariel se mordió los labios, y si hubiera podido se habria abofeteado él  mismo.  El destino se la había puesto por delante, servido en bandeja de plata y él, como gran pendejo, sólo le había  perdón.  "¿Perdón?- ¡que imbécil!".  Otro más inteligente que él ya habría intercambiado teléfono,  la  hubiera invitado a salir, al menos sabría su nombre.  ¡Pero no!;  Ariel ni siquiera le sostuvo la mirada.  Se consolaba en saber  que su voz era dulce, y  que usaba un perfume suave,  de rosas recién cortadas. ¡Y pensar que llevaba tanto tiempo buscando una manera de   encontrarla, de hablarle un poco, de declararle su amor  secreto! 
Soy un desastre, decía  para sus adentros.  Todavía desde pequeño en  la escuela era un pendejo,  un tímido que no se atrevía ni siquiera a hablar con las chicas.  Menos aún si alguna le gustaba, entonces se escondía entre los libros y los deberes. Decía para si  mismo que cuando fuera más grande se atrevería.  Luego, en su época de estudiante se encerraba en la biblioteca, en grupos de laboratorio  e incluso se buscó un trabajo en las noches,  para evitar su azaro con las compañeras, y no asistir a fiestas con ellas. Entonces se autoconvencia de que ellas sólo buscaban diversión y cuando llegara el amor en serio, él ya tendría las agallas para acercárceles.
Sin embargo, los años fueron transcurriendo y no lograba vecer su timidez.  Había leído libros de autoayuda, practicado horas frente al espejo, bailado con la almohada, incluso se había anotado en un grupo de encuentro para solteros al que asistió una vez y a la primera oportunidad que tuvo se escapó.  Ya vendrá, volvia a repetirse.  A estas horas del partido, ni el mismo se lo creía.  Estaba seguro que sus padres, que nunca lo habían visto con ninguna, sospechaban que era del otro equipo.
Era una situación desesperante.  Ariel que pasaba ya más de  ocho meses todas las noches pensando en ella, la chica del edificio de enfrente, no le dirigía todavia la palabra.  Se asomaba todas las noches a la azotea del apartamento y lloraba su amor no correspondido.  Le había escrito cartas  declarando sus sentimientos, que nunca mandó.  Planeó encuentros y  diferentes maneras de cruzar  palabras, llevarle flores, regalarle un perro. ¡Qué no le había pasado por la mente!  Y ahora, que  había desaprovechado la oportunidad de su vida, ya no tendría remedio... Buscó un banco para sentarse a llorar sus desavenencias.   De camino al parque fue recuperando  su ánimo, se prometió, -  otra vez, que mañana  la esperaría en la entrada  de su casa y le hablaría.  Sonrió y exclamó: "Todo saldrá bien". 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

todo saldra bien

Anónimo dijo...

me gusto !!!bien escrito !!!