(la consigna, continuar el siguiente micro relato: Juan soñó que moría bajo las ruedas de un tren. Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías)
Una sensación extraña recorrió su ser. En la penumbra que precede al amanecer, los pensamientos son confusos. La realidad se entrelaza con los sueños, a tal punto, que a veces, uno no sabe si la verdad es una fantasía o el sueño una realidad.
Estas disquisiciones, confundían cada vez más a Juan. Trató de rearmar, cual si fuera un rompecabezas las imágenes recordadas.
Caminaba por la vía del tren. Es la manera más práctica para llegar al pueblo vecino, le habían dicho, imposible perderse. De pronto, escuchó un bramido, similar al de una manada de búfalos salvajes. Asustado se dio vuelta. A toda velocidad y resoplando como una bestia se acercaba un tren. Ya no pudo hacer nada…
Cuando se atrevió a abrir un ojo, no vio nada. Todo era una nebulosa, silencio a su alrededor, no sentía la gravedad de su cuerpo. Con cierta desazón pensó, así debe ser estar muerto. Tímidamente abrió el otro y vio las vías; a lo lejos alcanzó a divisar el humo del tren. Su percepción varió, con ansiedad se palpó el cuerpo; tenía volumen, estaba entero. No había sangre entre los rieles.
Los rayos del sol ya se filtraban en el cuarto, cuando escuchó a su madre.
- Juan, el desayuno ya está servido…
3 comentarios:
Que trauma, gracias a Dios era la madre. Bien, chévere.
Muy bien relatado Sara, te felicito
Gracias Gaby
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