jueves, 18 de agosto de 2011

EL PLAN DE LA VENGANZA por GABRIELA SZUSTER


Ellos dicen que soy cruel, despiadado y no sé cuantas cosas más. Yo sé que soy un macho con los huevos bien puestos. Si es necesario gritar y por qué no repartir un par de cachetazos para que mis hijos me respeten, mi esposa me espere con la comida lista, la ropa lavada y planchada eso no me convierte en un monstruo, de ninguna manera. Eso solo muestra que sé hacerme respetar, que la gente sabe que cuando yo llego todo debe estar dispuesto. Hasta el perro me respeta, corriendo a esconderse abajo de la cama cuando me escucha llegar, después, claro de recibir unas cuantas patadas que le marcaron claramente quien es el amo.
Demás está decir que cuando estoy caliente mi esposa debe atenderme como corresponde, conmigo no va eso de " me duele la cabeza" o "hoy no que estoy cansada". A mí se me satisface cuando quiero y como quiero, para eso soy macho.

Siempre relegada, anulada, humillada. Cuando planee todo no imagine cuanto disfrutaría estar al mando. Fue todo tan natural que aun hoy me asombro.
Esa noche esperamos a Cacho, al igual que todas las noches, reunidos alrededor de la mesa en respetuoso silencio, como siempre exigía.
El Roberto lo sorprendió de atrás y el Pedro aprovecho para dormirlo. Cuando se despertó su asombro al verse atado a la silla e inmovilizado, esto
no le impidió gritar, amenazar e insultar como era su costumbre. Nosotros solo sonreímos, dejándolo comprender la situación. Fui a la cocina y traje el cuchillo que tenía preparado. Empalideció. Nos reímos a carcajadas. Comenzó a implorar cuando le conté lo que pensamos hacerle. Luego a llorar. Nada nos conmovió. El macho se cago encima. Roberto y Pedro sostenían fuertemente la mano mientras yo, con un golpe certero la hice volar por el aire. Sus alaridos se escucharon por todo el barrio, pero nadie vino a ver qué pasaba, ya estaban acostumbrados. Salvo el perro, que salió de abajo de la cama no queriéndose perder la fiesta aprovecho para ladrar y tirar tarascones. Luego corte la otra mano, y las dos piernas. La sangre que manchó las paredes quedó como un recuerdo, dibujando figuras grotescas e inconexas.
Lo dejamos solo, desangrándose, mientras nosotros nos fuimos a comer afuera, libres por primera vez.

1 comentario:

shula dijo...

No hay lo que hacer...cuando algo es bueno...es bueno!!

Me gustó !!

Te felicito !

Shula