miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA TEMPESTAD por SHOSHANA ZALTZMAN



Pablo nació aquel día de tormenta en que se inundó toda la ciudad. Casi ni llegan a tiempo a la clínica. Llovía tanto y había tantos truenos que ni escucharon su llanto al encontrarse frente a este mundo.

La tormenta lo marcó, adoptó su furia, su fuerza y su personalidad parecía capaz de inundar toda la ciudad. Era tenaz, emprendedor, no le tenía miedo a nada ni a nadie. Desde niño se demostró como líder, en la secundaria organizaba huelgas cuando tomaban exámenes de algún tema que según él no habían estudiado; en la universidad pasó a ser un verdadero luchador político. Todo su fin era acabar con la injusticia y lograr la igualdad humana desechando todo tipo de discriminación.

No le importaba si alguien era gordo, feo, negro, viejo, judío o discapacitado. Él los encontraba a todos hermosos y luchaba para ayudarles a conseguir trabajo, a que lo aceptaran en los estudios, a que la sociedad los viera como seres humanos y no como "distintos".

En su lucha por los derechos humanos, así lo llamaban en el partido, renunció a su propia vida personal. Se alejó de sus amigos, apenas se veía con sus hermanos y Daniela, la divina Daniela lo dejó ya que era imposible programar con él el futuro.

Cuando apareció muerto en una zanja de las afueras de la ciudad nadie se sorprendió. Al entierro llegó muchísima gente. Muchos lo querían, vinieron a despedirse de él, a enterrar junto a él sus ideas de igualdad, su don de justicia tan poco real. Todos sabían que el final de su vida, dedicada a una causa digna fue una quimera, que sus deseos de libertad resultaron ser su esclavitud.

Todos lamentaron su ausencia, pero más la terrible realidad que no permite soñar con el bien y la igualdad.

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