Cuando se levantó y se miró reflejado en el espejo del cuarto de baño, notó algo no muy común: se vio como cuando tenía veinte años, es decir cuarenta años más joven. El asombro fue tan grande, que tomó un banco que siempre había en el baño, y se sentó; la “imagen joven”, también se sentó y lo miraba con la misma cara de pasmo que tenía Juan en ese momento, pero había un “no sé qué”, que desentonaba con el asombro que él mismo sentía. Trató de volver a la realidad, y despaciosamente, empezó a pensar para intentar encontrar una explicación a lo que veía; y lentamente, creyó entender, de que se trataba: lo que veía en el espejo, era a sí mismo reprochándose por cuarenta años de vida, que él juzgaba desperdiciados, porque no pudo hacer realidad el sueño que precisamente, había forjado cuando tenía la edad que le mostraba la imagen que esa mañana se reflejaba en el espejo: veinte años. Es que el “sueño” de Juan, era a los veinte años, ser un “gran escritor,“ y ese deseo se convirtió en obsesión, que fue la que impulsó su vida durante cuarenta años. Cuarenta años en los que leyó montañas de libros para aprender cómo escribieron y escriben los “grandes escritores”, porque Juan leyó todo, desde los clásicos, hasta los modernos; cuarenta años en los que concurrió a cursos especiales de escritura, seminarios y utilizó cuanto recurso se le puso al alcance, a los efectos de lograr su objetivo. No se casó, porque no quería que nada lo distrajera de su trabajo; empezó a escribir, enviando su “experimentos” a diarios y revistas de cualquier tipo o color, porque sentía que en algún momento, alguien descubriría lo genial que era como escritor. Pero lamentablemente siempre le rechazaron sus trabajos; en forma muy amable, pero nunca le publicaron una coma. Escribió en todos los estilos: satírico, humorístico, filosófico, político y escribió un libro ( una novela ) y estudió y escribió, hasta que hoy a los sesenta años, se encontró con que, a pesar de todos sus esfuerzos, era un fracasado ( como escritor ) y se dio cuenta en ese momento, que la imagen del espejo, ahora lo reflejaba a él mismo, como se veía a los sesenta años, y que había renunciado por fin, al sueño de ser escritor, un sueño de toda la vida. Es fácil contar todo esto, aunque a Juan le costó bastante asumirlo. Pero despertó y comprendió que para triunfar en le vida, ante todo, es necesario saber darse cuenta si se tiene las condiciones necesarias para emprender la empresa que se sueña, porque si no, sin las condiciones imprescindibles, el fracaso está asegurado. Y levantándose del banquito en que había permanecido durante largo tiempo, mientras miraba al “nuevo Juan”- en el espejo, comprendió plenamente el significado de aquello:
LO QUE NATURA NON DA SALAMANCA NON PRESTA
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