(la consigna, descripción indirecta de un cuarentón, rechoncho y mofletudo, que retorna al pueblito donde había nacido, tras un viaje de negocios).
"¿Cómo dijo que se llamaba ese hombre de tan buen humor e ingenio para contar las cosas, que comentó no haber abandonado nunca Saint Ettiene hasta la semana pasada? –inquirió Marie Eve a sus otros dos compañeros de camarote en el Express de Paris. Aprovechaba que el hombrecillo en cuestión se había dirigido al baño-.
- Creo que dijo Claude –le respondió Ivette-. Le sienta bien ese nombre. Va con su humor, su pequeña rechonchez y sus cachetes mofletudos. Aparte, luce saludable y extrovertido ¿Verdad? Al escuchar los comentarios, Míster Arthur Smith, que casi no había participado de la rotura de hielo, luego de abandonada la terminal parisiense, levantó los ojos del The Guardian, donde leía las cotizaciones de "commodities", y acotó lacónicamente: "Señoras, permítanme hacerles notar algo que no parecen haber reparado. Ese... diríamos simpático francesito de provincia, con el mayor de los respetos para este gran país, sería descubierto en el mío –de modo instantáneo- como un verdadero impostor. Por caso, ¿advirtieron cómo se sienta casi en el borde de la butaca, demasiado inclinado hacia nosotros? ¿Cómo se mueve o con cierta torpeza o con cierta timidez? Para ir al excusado, casi pide perdón para pasar entre nosotros. Señoras, no se equivoquen. Y si aceptan una buena sugerencia, pregúntenle cuando vuelva, cómo le fue en este su primer viaje de negocios. Y presten mucha atención a su respuesta y al modo como la brinda. Y ahora disculpen voy a seguir con mi lectura".
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