jueves, 28 de abril de 2011

PASAR... O NO PASAR por SARA RAWICZ






Sábado media mañana. Estoy yendo hacia el boliche, ritual que cumplo semanalmente hace muchos años.

El boliche como lo llamamos familiarmente, es en realidad, un antiguo y modesto café en una tranquila calle de Villa Crespo. Todavía conserva sus primitivas mesas cuadradas de madera.

Fue ayer nomás… Cuando siendo jovencitos, todos vecinos, más algún amigo que vivía un poco más lejos, comenzamos a reunirnos allí.

Hoy… Pasaron cincuenta años, estamos jubilados, ya no vivimos en el barrio, pero continuamos haciendo lo mismo.

Café de por medio conversamos de todo, desde foot ball hasta mujeres; sólo hay dos temas prohibidos: negocios y política, para que no se originen polémicas que minen nuestra camaradería. Charlamos, reímos y nos divertimos tanto, que muchas veces el dueño, un gallego bonachón, no resiste la tentación de sumarse a nuestro corrillo.

Mientras camino, me río solo; pienso como van a reaccionar los muchachos cuando les cuente lo que me pasó esta semana. Unos van a decir que soy un chanta, otros me van a tildar de boludo; pero de lo que estoy seguro, es del alboroto que se va a armar.



Desde que me jubilé trabajo con mis hijos; mejor dicho, soy el chepibe de ellos; pero no me afecta, me mantiene ocupado y me entran unos pesitos, que nunca están demás.

Hace unos días tuve que hacer un recado en la zona de los importadores. Sabía la dirección de la oficina en la calle Cangallo, pero no recordaba si primer piso departamento tres, o tercer piso departamento uno. Decidí probar en el primero.

Me abre la puerta una mina en bola. Su único atuendo era una bata de colores chillones, que colgaba de sus hombros, y me dice: _ Pasá querido.

Quedé clavado en el piso, mis ojos comenzaron a girar vertiginosamente. Esa mina era un monumento, y yo… lamentaba no tener veinte años para entrar de cabeza.

Entretanto, el diablo y el ángel que habitan en mí, iniciaban una lucha encarnecida por obtener el poder, manteniendo el siguiente diálogo.

_ No seas boludo, entrá. No todos los días se presenta una oportunidad como ésta.

_ ¿Estás loco? ¡Tenés setenta años!

_ ¿Qué importancia tiene la edad? ¿Qué podés perder? Hacés lo que podés.

_ Insensato, tenés nietos grandes; no hagás el ridículo. Tené conciencia de tus actos.

Mientras yo titubeaba, volví a escuchar en un tono aterciopelado y seductor: _¿Pasás querido?

No se de dónde salió mi voz, pero me escuché diciendo débilmente: _ No gracias, vos no me podés arreglar estos relojes.

Y salí de allí disparando como un rayo.

martes, 26 de abril de 2011

ASUNTOS PENDIENTES por AIDA REBECA NEUAH





Los reencuentros son siempre tristes, eso se dice por ahí. Sin embargo yo camino a mi cita con unbrilloespecial en los ojos. Después de tanto tiempo de búsquedas infructuosas recibí esa llamada. La encontramos, vive en el barrio "Las Flores", la dirección es… Las horas se alargaron elásticas avanzando en cortos pasos lentos. No cabía en mi emoción, al fin la había encontrado. ¿Cómo estaría? ¿Seguiría tan linda como entonces? ¡Qué hermosa que era… preciosa! Me quitaba el aliento cuando la veía venir. Ni un día de mi vida dejé de pensar en ella. Teníamos cosas pendientes, una asignatura. La vida me enseño que quedarse con cosas adentro no era bueno y algo de ella permanecía aún conmigo. Entre los había quedado algo. Le compré un ramito de flores blancas como solía llevarle al trabajo. Llegué a su puerta y la vi, igualita, un poco más mayor, la misma, sentadita en su sillón, todavía después de casi veinte años tenia el Chichón en la frente de cuando se cayó de la silla en la escuela dando clases. "Señorita Etelvina, tengo algo para usted" y sin más le devolví los soportes de la silla.

jueves, 21 de abril de 2011

EN LOS PASILLOS DEL HOSPITAL por SHOSHANA ZALTZMAN



Ahí estaba, hermosa como siempre. El pelo rubio, lacio, brillante. Los ojos celestes como el cielo, los labios que supieron besar tan apasionadamente cada centímetro de mi cuerpo con amor, con pasión. Las manos largas, pulcras, manos que saben acariciar, que dan abrazos cálidos, infinitos.

La vi ahí, y todos los años que pasé a su lado volvieron a mi mente, como si hubiese sido ayer. Fue la época más dulce, más intensa de mi vida. Dos estudiantes locos amándose en cada rincón, luchando contra el sueño que tanta falta nos hacía, dormíamos poco, trabajábamos, estudiábamos. Época de exámenes, práctica, guardas y amor, mucho amor.

Fue ella la que me convenció que fuera obstetra y no pediatra, como yo pensaba. No se equivocó.

Mi vida en el hospital me llena, cada vez que ayudo a traer un niño al mundo, siento satisfacción, alegría.

Me sonrió, ay, su sonrisa puede derretir el hielo. Ella sabía que la sigo amando. La miré fijo y le indiqué a donde quedaba la sala del ultrasonido. Si mi experiencia no me traiciona, son mellizos.




miércoles, 20 de abril de 2011

DECISIÓN por GABY SZUSTER


Lo pensé durante varios días. Ana siempre decía que soy demasiado analítico, que le gustaría que fuera más impulsivo. Mmm..., podría decirle que fue un impulso… no mejor no, no es bueno intentar una reconciliación basándome en una mentira. Además nos conocemos bien, ella no me lo creería.

Cuando se fue de casa, la dejé ir en realidad, no se que me pasó. ¿Fue por orgullo que no la retuve? Nunca fui orgulloso ¿o si? ¿Que importa eso ahora? Lo estoy volviendo a hacer…

Caminé dos cuadras hasta la parada, mientras esperaba el colectivo, imaginé que le diría, pero dejé mis pensamientos a un lado, trataré por una vez de ser espontáneo, de dejar que las cosas fluyan, como siempre me pedía Ana. Subí al colectivo, me senté cerca de la puerta, para poder bajar rápido. Me sentía inundado de energía, casi eufórico diría.

Descendí corriendo, necesitaba verla, no se como dejé pasar tanto tiempo. Como viví estos meses…

Mientras esperaba que me abriera la puerta, el corazón me palpitaba con fuerza. Al verme, Ana rompió en un llanto que nos sacudió a los dos. Nos abrazamos unos minutos, durante los cuales no pude decir palabra, aunque miles de ellas rebotaban en mi cabeza, te amo, perdón, te necesito… Ninguna fue pronunciada. Me quedaron atragantadas. Un hombre al que no pude ver bien a través de las lágrimas me arrebató a Ana, dando un portazo que aún hoy retumba en mis oídos.