sábado, 20 de agosto de 2011

PROFESIONALES por LUIS GOREN


Iba solo; la calle arbolada, tenía el suelo alfombrado de charcos de luz de luna y de sombras. Por estos últimos me deslizaba, confundido en los claros de luna como una sombra mas de los árboles. En mi oficio todas las precauciones son pocas.
         Tenía un contrato que cumplir; había recibido el sobre con las fotografías correspondientes del objetivo, el domicilio, y, lo mas importante, el 50% de anticipo como se estila en estos tipos de trabajo. Y no sabía que hacer.
         El blanco era la mujer con la cual vivía, y por lo que habíamos acordado, ninguno de los dos tenía la menor idea de cual era la profesión del otro; era un tema tabú, que nunca mencionábamos.
         Entré a casa. La miré y me sonrió; cuando nos besamos, sentí el pinchazo en el brazo, y mientras la apuñaleaba, me miró y me dijo: perdoname, el negocio es el negocio. No le pude contestar, el veneno me había paralizado.
         No se pudo determinar quien murió primero.

viernes, 19 de agosto de 2011

AMOR SIN LÌMITES por TOLO BINDER


El sedan negro subió a la vereda de punta ante aquella elegante casa del barrio alto de la ciudad. Los cuatro matones se abrieron en abanico a ambos lados de la puerta, con la mano en la sobaquera previendo cualquier contingencia. Al oír el ruido Américo Panduccio (el gitano) dueño de casa, además de todas las chatarrerías del lugar, salió a la calle.
Ya para entonces con el lugar asegurado, Chicho chico, había bajado del coche. Cuando la puerta se abrió de un empujón apartó al gitano y se introdujo en la casa, seguido de “Viruela” y “el Tarta” dos osos de un metro ochenta de altura, que no lo abandonaban ni a sol ni a sombra.
Américo trató de protestar, pero Viruela, ante una seña de Chicho le cruzó la cara de un cachetazo y lo hizo caer sobre uno de los sillones. Ante tal escándalo Dora entró a la habitación y al ver la situación empezó a proferir gritos que fueron acallados por dos puñetazos del Tarta, que sangrando copiosamente la dejaron tirada sobre la piel de leopardo que oficiaba de alfombra.
--Gitano, te advertí varias veces que no interfirieras en la relación entre Nora, tu hija, y yo. Pero por lo visto vos sólo entendes de un modo. —
Trastabillando mientras se ponía de pie, el gitano le enrostró que fuera un capomafia, sanguinario, explotador y que el quería para su hija alguien que la elevara de esa turbia vida.
Mientras escuchaba, al mafioso se le encendía la ira y casi sin dejarlo terminar, cada uno de los matones amarró a una silla al gitano y a su mujer.
--Hoy soy un mafioso, par de hijos de puta, pero cuando necesitaron que les limpiara el camino de competencia, bien que me fueron a buscar.—
Acto seguido arrancándole la ropa a la mujer empezó a dibujar sobre su bien formado cuerpo alucinantes figuras con la punta encendida de su habano, el blanco cuello, los erguidos pechos, los rosados pezones y bajando hasta el monte de venus fueron objeto de su maldad, dando por terminada su tarea en la hermosa cara. No hicieron mella en él los desgarradores gritos de Dora y la desesperación de su marido, imposibilitado totalmente de intervenir, agravado todo esto por las lascivas miradas de los matones que festejaban con grotescas risotadas.
Una vez concluido con la mujer, Chicho se sirvió una abundante copa de whisky y el resto de la botella se la pasó a sus dos osos que entre sorbo y sorbo tiraban líquido sobre las quemaduras recién hechas, haciendo desesperar de dolor a Dora que a los pocos minutos terminó desmayándose.
--Gitano, esto es el comienzo, si tu hija no es para mí, no será para nadie.—
Empezó a caminar hacia la salida y sonriendo escuchó los gritos de Américo, ya que la misión de Viruela y el Tarta, era dejarle inservibles las piernas justo a él que era un deportista empedernido.
El coche arrancó raudamente, alejándose con la tranquilidad que otorga la impunidad que se consigue con dinero.
Chicho pensaba solamente en aquel momento si el collar de diamantes que hacia juego con la bella pulsera serian del agrado de Nora.

EL OMNIPRESENTE por GLADYS GOLDSZTEYN


Ella era tontita, aprovechaste y la violaste. Sentiste un enfermizo placer, que me repugnó hasta las vísceras. No te importó nada, ella sollozaba totalmente tensa, incapaz de reaccionar, perdida en el limbo de su nebulosa infranqueable. Decidí intervenir y hacer justicia por mano propia. Reduje tu insignificante figura y comencé la fiesta: Corté tu oreja, luego la otra, clavé alfileres en tus ojos, tus desgarrados gritos me trajeron a la razón, decidí clavarte por la boca el palo de beisbol que posaba en un rincón. Serruché tus dedos uno por uno y se los fui entregando a la “tontita” como trofeo. La sangre chorreaba por tu cara. Comencé el corte magistral apoyada en tu ingle, no sé si te desmayaste o ya estabas muerto; el perro comió doble ración ese día. Fue el trofeo más grande que guardaré en mi memoria. Ella jugaba con tus dedos, cantaba y reía, lamiendo la sangre que caía de ellos.

jueves, 18 de agosto de 2011

EL PLAN DE LA VENGANZA por GABRIELA SZUSTER


Ellos dicen que soy cruel, despiadado y no sé cuantas cosas más. Yo sé que soy un macho con los huevos bien puestos. Si es necesario gritar y por qué no repartir un par de cachetazos para que mis hijos me respeten, mi esposa me espere con la comida lista, la ropa lavada y planchada eso no me convierte en un monstruo, de ninguna manera. Eso solo muestra que sé hacerme respetar, que la gente sabe que cuando yo llego todo debe estar dispuesto. Hasta el perro me respeta, corriendo a esconderse abajo de la cama cuando me escucha llegar, después, claro de recibir unas cuantas patadas que le marcaron claramente quien es el amo.
Demás está decir que cuando estoy caliente mi esposa debe atenderme como corresponde, conmigo no va eso de " me duele la cabeza" o "hoy no que estoy cansada". A mí se me satisface cuando quiero y como quiero, para eso soy macho.

Siempre relegada, anulada, humillada. Cuando planee todo no imagine cuanto disfrutaría estar al mando. Fue todo tan natural que aun hoy me asombro.
Esa noche esperamos a Cacho, al igual que todas las noches, reunidos alrededor de la mesa en respetuoso silencio, como siempre exigía.
El Roberto lo sorprendió de atrás y el Pedro aprovecho para dormirlo. Cuando se despertó su asombro al verse atado a la silla e inmovilizado, esto
no le impidió gritar, amenazar e insultar como era su costumbre. Nosotros solo sonreímos, dejándolo comprender la situación. Fui a la cocina y traje el cuchillo que tenía preparado. Empalideció. Nos reímos a carcajadas. Comenzó a implorar cuando le conté lo que pensamos hacerle. Luego a llorar. Nada nos conmovió. El macho se cago encima. Roberto y Pedro sostenían fuertemente la mano mientras yo, con un golpe certero la hice volar por el aire. Sus alaridos se escucharon por todo el barrio, pero nadie vino a ver qué pasaba, ya estaban acostumbrados. Salvo el perro, que salió de abajo de la cama no queriéndose perder la fiesta aprovecho para ladrar y tirar tarascones. Luego corte la otra mano, y las dos piernas. La sangre que manchó las paredes quedó como un recuerdo, dibujando figuras grotescas e inconexas.
Lo dejamos solo, desangrándose, mientras nosotros nos fuimos a comer afuera, libres por primera vez.

martes, 9 de agosto de 2011

MILONGA por VER WINITZKY

Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido en Palermo, recuerdo que el garito era el típico bar de esquina de barrio, sucio, desvencijado, con esos muebles color café desgastados, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia tanguera.
Juan hace años que es mi pareja de tango y me hizo muy feliz saber que esa noche iríamos a un lugar diferente. Al llegar, desde lejos se escuchaban los tangos y milongas tocados con mucho entusiasmo. Me impactó el ambiente que recordaba el arrabal porteño del Buenos Aires del 900. Los recuerdos me invadieron y se me despertó la bailarina de tangos de otras épocas, cuando me llamaban Mimí .Al escucharse los primeros acordes de El Choclo, con una  mirada, Juan me sacó a bailar. Comenzamos a lucirnos con los pasos más difíciles, los ochos y la sentadita. Bailaban algunas parejas, pero nosotros fuimos los más aplaudidos, y me miraban por mi vestido rojo muy escotado, con un tajo casi hasta la cintura y con los zapatos negros pulserita, de tacos altísimos.  La pasamos rebien, bailamos hasta la madrugada, subyugados por los tangos y milongas más canyenques de la música popular. Fue una noche inolvidable que me hizo revivir aquellos bailongos de mis veinticinco abriles que ya no volverán.

¿REALIDAD O ILUSIÓN? por SARA RAWICZ

Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido en Palermo, recuerdo que el garito era el típico bar de esquina de barrio, sucio, desvencijado, con sus muebles color café desgastados, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia de ayeres con ritmo de dos por cuatro.
Los sonidos despertaron imágenes y éstas la nostalgia; dejé que la música penetrara en mí y me envolviera con su embrujo.
Cuando el morocho de pelo engominado parado junto a la barra, campaneando el ambiente, me hizo una seña con la cabeza, sin titubear asentí. Con brazo firme rodeó mi cintura; sentí que su mano me guiaba en cortes y quebradas, me dejé llevar, la música ponía alas en mis pies. No hubo palabras; la cadencia de la danza era nuestro lenguaje.

Muchas veces volví al bar; no lo encontré; nadie lo conocía, jamás lo habían visto.

lunes, 8 de agosto de 2011

BOLICHE por LUIS GOREN

   



"Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido de Palermo, recuerdo que el garito era el típico bar de esquina de barrio, sucio desvencijado, con esos muebles color café desgastados, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia".

Cómo buena parte de mi vida la pasé de noche en esta clase de boliches, no fué para mi una sorpresa lo que encontré; era un calco de docenas de lugares en donde solía pasar la velada, entre copas y tangos.

Los amigos de mi amigo eran tres, que tocaban: contrabajo, guitarra y bandoneon. No abrigaba grandes espectativas, pero cuando empezaron con "FELICIA", y siguieron con "PA QUE TE OIGAN BANDONEON" y "SEGUIME SI PODÉS", con una calidad que decía de abundantes ensayos, se me cayeron las medias. NO HABÍA vocalista, lo que permitió disfrutar a pleno de la buena música.

Para completarla, nos sirvieron un vino de la casa que era espectacular; así que cuando nos anunciaron que eran los tres últimos tangos, (las cuatro de la mañana), no podía creer que se hubiera "volado la noche" tan repentinamente.

Mi amigo los presentó, y yo me prometí que no perdería actuación de este trío, una de las sorpresas mas agradables que pude recibir y con dos ingredientes: tango del bueno y vino del bueno. ¡QUE MAS SE PUEDE PEDIR!

PERCANTA QUE ME AMURASTE por AIDA REBECA NEUAH

Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido en Palermo, recuerdo que el garito era el típico bar de esquina de barrio, sucio, desvencijado, con esos muebles color café desgastados, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia.  Una orquesta decrepita vestida de gala gastada. Gente sentada en las mesas, todos salidos del mismo agujero  donde el pasado y el futuro son la misma cosa. Aletargados,  bebiendo algunos observaban con mirada perdida hacia la pista, esperando. Una mujer, vestida de plataluna me miró insinuante y me hizo un gesto con la cabeza. Che, te están invitando a bailar me dijiste con abierta picardía, me acerqué a ella. El “cómo te llamas” fue simultaneo con la llevada a la pista. Unos segundos para reconocernos hasta empezar a tocarnos. Su mano en la mía, su boca en mi cuello y un susurro “dejá que yo te llevo”.  De ahí en más,  no tuve opción, tuve que dejarte, abandoné todo, la casa, los chicos y a vos.  Esa mano en mi espalda guió los cortes, las quebradas y también mi destino futuro. ¿Qué le vas a hacer? “el Tango hizo lo suyo” y “nosotras hicimos la nuestra”.

domingo, 7 de agosto de 2011

MILONGA por GLADYS GOLDSZTEIN

Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido en Palermo, recuerdo que el garito era típico bar de esquina de barrio, sucio, desvencijado, con esos muebles color café desgastado, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia…
Llegamos temprano. El viejo cartel del boliche citaba entre borrosas letras desgastadas por garúas trasnochadas: Bar “Tango a contra mano” de Sánchez y Santucho. La pizarra en la vereda anunciaba: Cena inauguración, artistas semanales: Hoy actuará el cuarteto “Tiempodegotán”. Hicimos nuestra aparición en escena. -Flaco como va?-, el Chiche y el Cholo apenas levantaron su cabeza al saludarte, ensimismados siguieron jugando al billar. El yoyega Sánchez detrás del mostrador se alegró al verte, flaco estaba seguro de que vendrías-, si tocan tus amigos no me podías fallar-. Santucho salía con los especieros, escarba dientes y demás para poner sobre las mesas. –Opa flaco, estamos de joda hoy, nos vamos para arriba, gran noche, gran!- Buenas noches señora, un honor tenerla por aquí-, me dijo tu amigo Pablo Palacios, el “intelectual” de la barra, con pocas materias que le quedaron por el camino, para recibirse de abogado frustrado. Se dedicaba a recorrer negocios con una falsa tarjeta de inspector de no sé qué pindonga, y vivía de las coimas. Llegando, “el negro” como le decían, forzaba siempre una sonrisa, no se alegraba demasiado al verme, el más complicado de tus amigos, los celos lo traicionaban. No aceptaba que tuvieras una vida aparte, en dónde el no entraba. En cambio don Carmelo, el padre de la barra, atravesó la entrada con su habitual sonrisa, fraternalmente vino a mi encuentro, abrazándome me dijo: -Cuando vienen a visitarme muchacha? Tenía una hermosa casa dónde solíamos ir a comer exquisitos platos elaborados por él. Su esposa lo había abandonado, yéndose a vivir con su mejor amiga. Fueron llegando otros con sus bagajes de historias. Pronto Santucho nos había preparado la mejor mesa, nos fuimos acomodando a su alrededor, entre saludos besos y abrazos. Me percaté de que era la única mujer en la mesa, parece que a novias esposas y amantes, no les gustaba demasiado el tango. Yo siempre acompañándote pensé, hasta en el boliche. Se fueron acomodando los músicos en un escenario improvisado cuyo único decorado eran los instrumentos. Fueron cayendo los acordes de bandoneón como gotas de lágrimas emparentadas con guitarra, piano, violonchelo y cantor. Que emoción, rodeados de amigos en aquel bodegón, mezcla de pintura del 900, sobre veredas de rock and roll. Fueron trayendo la comida y entre aplausos surgió la fusión. Nos bailamos aquel tango, el último sin saberlo…, el tango del adiós.

MILONGA por TOLO BINDER

Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido de Palermo, recuerdo que el garito era el típico bar de esquina de barrio, sucio, desvencijado, con esos muebles color café desgastados, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia. 
Cuando entramos saludaste con efusividad a los encargados del lugar así como a los muchos habitúes que apuraban sus tragos.
Las cuatro paletas del ventilador en su lento girar despedían una monótona melodía que acompañaba como fondo musical al viejo entorno del  lugar.
Me sentía fuera de mi ámbito, no entendía tu gusto por esto, pero no podía decir que no y aquí estábamos.
El mostrador (vos lo llamaste “el estaño”)  relucía y apoyado sobre él varias parejas conversaban copa en mano matando el tiempo en espera del “show”.
Tus amigos largaron la noche y en el boliche se hizo un silencio sepulcral. El bandoneón, la viola, el contrabajo y la cálida voz de Marina llenaron el ambiente.
A mí, fría e insensible a los movimientos populares, se me hizo que iba a ser una larga y aburrida noche.
Pero algún duende nocturno de los que sobrevuelan todos los boliches, seguramente se me posó en el hombro y empezó a susurrarme en el oído – eso que estas escuchando no es solo música, son sentimientos acompasados salidos de lo mas intimo de los hombres y mujeres que habitan la ciudad.-
Y sucedió, no se como ni cuando, de pronto me di cuenta que estaba temblando, que a mis ojos se habían asomado algunas lagrimas y que mi cuerpo todo era presa de una emoción sin igual.
Miraba a mi alrededor y observaba a un sinnúmero de personas hechizadas, igual que yo, por esos acordes que no conocía pero que había empezado a amar en ese corto tiempo.
Y terminó, y nos fuimos, y te pedí caminar un poco por esas calles de Palermo que seguramente habían sido musas inspiradoras de muchas de las melodías escuchadas.
Vos sonreíste me tomaste del brazo y silbando acordes del 2 x 4 nos internamos en la noche, aquella en que la fría Laura había dado paso a una mujer que en un viejo boliche del arrabal porteño halló su verdadera identidad,  que ya no abandonaría jamás.
Gracias “Tano” y gracias sonidos de Buenos Aires por ayudar a mi segundo nacimiento.

sábado, 6 de agosto de 2011

MILONGA por SHULA DAICH

Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido en Palermo,  recuerdo que el garito era el típico bar de la esquina de barrio, sucio, desvencijado, con esos muebles color café desgastados, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia... 
...Me invitaste a bailar al compás de esa milonga, que tocaban el conjunto de jubilados. Ya sus dedos arrugados y cansados, delataban sus años. Te rogué que no lo hicieras, porque el tango no era de mis preferencias. Te acompañé de la mejor forma posible. Recuerdo tu mirada sobre mí, y tu amor borrado ya por el tiempo. Un bailarín porteño, que le sacaba los ojos a cada "pebeta". En tus brazos me sentí segura, sabías llevar el ritmo y convertir mi cuerpo en una marioneta, que seguía los pasos al pie de la música. Aunque no tenía tu destreza, eras el Rey de la milonga.
Me incomodó, cuando continuaste bailando toda la noche con aquella rubia despampanante, que le sacaba los ojos a todos los machos allí sentados, mientras yo, continuaba sentada delante de mi vaso vacío...
Al día siguiente, me anoté en la academia, para que en lоs próximos, sólo bailes conmigo, a pesar de mis pies chuecos, mi nariz alargada y mis lentes culo botella.
Te prometo que después de unas cuántas lecciones, no te pisaré los pies y seguirás siendo el "varón entre los hombres". 

 

MILONGA por GABY SZUSTER



Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido de Palermo, recuerdo que el garito era el típico bar de esquina de barrio, sucio, desvencijado, con esos muebles color café desgastados, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia de bandoneón. El humo espeso fue lo primero que percibí, y ya a lo lejos pude sentir tu presencia, casi como un grito. Respirabas tango, lo exudabas por cada poro, tu corta falda negra, tus medias caladas, tacos altos, tu escote rojo que prometia el paraiso. Tu perfume, ahhh, tu perfume… Me embriagó apenas me acerque. Bailamos el dos por cuatro hasta que empezó a saltar viruta al piso, y asi exhaustos, nos chamuyamos un sinfin de promesas que esa noche, esa misma y única noche se hicieron realidad.