jueves, 29 de marzo de 2012

Pantalones recortados por Emilio Feler

Wladek se conoció con Prosper practicando lucha greco-romana, en un club deportivo del barrio de Villa Crespo. Del deporte, a la amistad, y viniendo ambos de familia de sastres, al poco tiempo comenzaron a hacer pantalones para terceros.
El taller se agrandó, y en el momento del relato trabajaban  unas cuarenta obreras internas, y mitaderas externas (unen las cuatro partes en que se corta un pantalón) en un número totalmente variable dependiendo del momento de la temporada. El trabajo de las mitaderas era totalmente sin boleta, en negro para ahorrar dinero.
Secundino estaba a cargo del personal externo, y Núñez, se ocupaba de la parte legal y contable. Wladek coordinaba las cosas y Prosper manejaba el taller. Ocasionalmente el cuñado de Wladek, Mario, venía al taller y cortaba la tela de aquellos dadores de trabajo, que no lo mandaban cortado.
El taller producía un promedio de doce mil pantalones mensuales. El trabajo estaba organizado en cadena. La mercadería que debía ser cortada, iba a un galpón al fondo donde trabaja Mario, y alguna que otra de las chicas.
Era un julio con temperaturas bajísimas y heladas, como no se había visto en cuarenta años.
Cuando la mercadería volvía del taller de planchado de Aldo, se le quitaban los hilos, se prolijeaba y Secundino se lo entregaba a los clientes.
Fue un jueves, que llegó un lote de cuarenta prendas del planchado, y al prepararla para la entrega, se descubrieron cortes, pequeños triángulos, flores  y todo tipo de cortes en forma geométrica. Revisando la mercadería que había llegado ese día, se encontró otro lote de ciento veinte pantalones dañado, y otro más de sesenta. El daño era considerable.
Las cinco personas que dirigían el taller se reunieron, e inmediatamente citaron a Aldo. Este vino de mal humor, como era su costumbre, y cuando lo enteraron, se puso a putear diciendo, ese bolita de mierda de mi capataz, me pidió aumento, y así me paga mi negativa, pero yo lo arreglo, tengo un amigo en la comisaria 43, que lo va hacer cantar de lo lindo. Todos estuvieron de acuerdo, más que Aldo afirmó hacerse cargo de los daños económicos.
Tres días después vino el planchador, que dijo que la “poli”, no era ya lo que era, tenían miedo de marcarlo al tipo, porque la cosa estaba pesada. Y habían volado a varios comisarios, por trato duro a los presos. Así que durante las noches tenían al boliviano, desnudo en la celda y lo vestían por la mañana, por si venía alguien a inspeccionar, y así y todo, no solo no cantaba, sino que juraba y perjuraba no saber de que hablaban.
A todo esto Mario, empezó a pensar que la hija de Esperanza, de once años, que había dejado el colegio para ayudar a la madre, soltera ella, ganando unos centavos, podía tener algo que ver en el tema, y le entregó tres docenas de pantalones para limpiar, y una hora después los encontró cortados.
Nueva reunión del elenco directivo, y Prosper y Nuñez propusieron dejar las cosas como estaban, y que Aldo se hiciera cargo. Wladek tenía sus dudas y dijo que lo iba a pensar. Al otro día se fue para el taller de Aldo, y le contó todo como había sido.
El boliviano en cuanto lo liberaron desapareció y no vino ni siquiera a cobrar la quincena. Aldo lo agarró del cuello a Prosper y por poco lo estropea.
La niña que estaba enojada porque la sacaron del colegio para hacer ese trabajo volvió al mismo, y la madre cuando cobró la quincena, no volvió más por el taller.

sábado, 17 de marzo de 2012

El silencio - Shoshana Saltzman

Los colores brillaban más intensamente. Un torbellino de sensaciones me envolvía. Los ruidos eran más intensos y el repiquetear de la lluvia sobre el cristal de la ventana me enloquecía.
El calor agobiante. Llovía tanto como suele suceder en el Caribe. Tenía puesto el camisón floreado, ése escotado para los días de fuego.
 ¡Y el fuego… ay el fuego!…Me ardía la piel, me sofocaba el ambiente todo era calor…más calor…Los colores grises de afuera eran anaranjados en ese cuarto…Las sábanas un nudo de flores arrugadas…Los cuadros bailaban en las paredes…Todo sabía a fuego…
Nuestra respiración pesada, húmeda, ansiosa…
Yo estaba embriagada y la música me enloquecía. Lentamente llegue a vos…La música más fuerte…Llegaste a mi…Los sonidos más intensos…
Después el silencio…Después no importaba nada…

martes, 13 de marzo de 2012

Pasado que no es... por Gabriela Szuster

Aún lo siento. Sin importar cuanto tiempo haya pasado. Recreo en mi mente una y otra vez aquellas imágenes. A cualquier hora. Despierto o en sueños. De día o de noche. Gotas de sudor recorren mi espalda. Golpes en la puerta que retumban en mi cabeza. Boca seca. Violencia que grita. Manos sudorosas. Corazón que late desbocado. Sabía que mi hora llegaría. Ya habían venido antes por Carlos, por Lucy, por José... ¿Cuanto podría faltar para que vinieran por mi? ¿Semanas? ¿Días? ¿Horas? ¿Minutos?
Sonidos al principio desconocidos luego eran el anuncio de lo peor, de la crueldad más terrible. Mi cuerpo respondía en consecuencia. Alerta, expectante, tembloroso. Hay un momento, tal vez demasiado pronto para quien no ha vivido en el infierno, que uno dice basta. Es el fin. No se puede soportar más. Pero a nadie le importa. Nadie te escucha. No eres nadie.
Ha pasado el tiempo, mucho. Las sensaciones han quedado, profundas cicatrices, más en el alma, que en el cuerpo. Las recompensas de la vida (mi familia, mis hijos) no alcanzan para borrar aquellos años de oscuridad, de gritos, de horror. Parte de mi vida  está muerta, pero aún no pude enterrarla.

domingo, 11 de marzo de 2012

Noche azul alma de olvido - por Nancy Echeverría Kuperman

Noche bañada de azul olvido, luna plateada reflejada; sonidos silentes, alma angustiada, vida truncada sin haber comprendido, busca retumbar sus sentidos aturdidos, percepción de haber sido, emociones ante lo desconocido; alma desposeída de cuerpo, sin poder expresar su dolor, tristeza, cólera, para llorarlas, gemirlas, bramarlas, ahogarlas, estrujarlas; penas de espíritu despojado, desgarrado aliento arrebatado, mil deseos de maldecir; ensangrado el cuerpo por el ser amado a quien prodigara sentimientos, emociones, compartiendo sensaciones; lacerada esencia, enloquecida aun después de haber fenecido, frustración, llevada va por vientos sin destino.
Cuerpo y mente distraídos, albergaron por un instante aquella alma perdida, aferrada al cuerpo exhalo un suspiro profundo mas incomunicados quedaron, alma, mente, cuerpo; fatal destino, no existe lenguaje, lengua, dialecto para tres incomprendidos a pesar de haber sido unidos.
Alma aferrada a un cuerpo desconocido, se incrustó en la mente, cuerpo que quiere abrazar y acariciar la esencia, el alma, que vierte lágrimas que al secar se convierten en arena tormenta de viento que va y en el grito del silencio evoca el nombre de aquel que amo y su vida segó; mente trastocada por consolarla, cuerpo exhausto de acariciarla, alma durmiente que al fin consumida de sufrir clama eternidad.
Quebrantado aquel que el amor guardo en silencio, querer de amanecer entre sus brazos, ilusiones de besos, es el amor no correspondido, amor contra el viento se volverá tormenta, sus razones calla, falto de esperanzas, ojos cansados, lágrimas que dejan huellas, sensación de larga ausencia, herido sin sangre, perdida la cordura se encontró diciendo: te necesito vida mía…toma mis brazos, mis manos… mis caricias, aunque luego morir sea en ti para buscarte en el infinito, entonces te diré… te amo…eternamente te amo.
Todos dirán no haberla conocido y el viento arena de lágrimas les embadurnara la cara musitando repetidamente su nombre.

Imagen: Sueño de una noche de luna- Laura Insfran

viernes, 9 de marzo de 2012

Viernes por la mañana - Emilio Feler

Viernes, como en mi vida anterior lo era el sábado, en especial en las horas antes del mediodía, soy un ser libre, en realidad casi libre. Si me afeito o no da lo mismo, la vestimenta que me ponga a nadie le importa, y me dedico a vagar y a disfrutar del aire, del  sol, de ver a la gente, distinta y diversa, como los colores de un loro.
Acerco a mi esposa hasta su trabajo, y me mando al centro de la ciudad, así en la Reina del Plata, como hoy en la Capital del Negev.
Busco donde estacionar el coche gratis, aunque cada vez es más difícil encontrar un lugar así.
Camino hacia la peatonal y en una de las calles que muere en la misma, media cuadra antes de llegar a la fuente está un cafetín, donde mi snobismo me hace pensar que hacen el mejor café largo de la ciudad. Allí también me llevo un diario de esos que salen gratis,  para mi hijo.
Camino la peatonal, mirando las cosas que me pueden interesar. Soy un amante de las ferias, de todo tipo, no importa si venden verduras, cosas usadas, ropa, o lo que sea. Esta se supone que es una feria artesanal, de lo cual tiene muy poco. Yo me intereso por los objetos usados y  artículos de marroquinería. Así camino el lugar a lo largo, ida y vuelta.
A esta altura de las circunstancias, quizás por efectos del café tomado hace un rato, siento una necesidad de evacuar. Me pregunto a mi mismo si es tan urgente, como para volver al café, entrar al Banco Hapoalim cuyos baños están siempre horriblemente sucios, o ir a mi agencia de viajes. Cada vez me digo, que no es para tanto, que llegaré a casa tranquilo.
Vuelvo al auto, y me dirijo a mi casa. Ya en el auto, la necesidad se urgentiza. Me digo de todo, por no haber solucionado la cosa en el centro, pero como siempre ya es tarde. Empiezo a transpirar. Rezo, que no me pase, que no me pase. En el manejo de los escasos diez minutos que lleva la travesía, busco todo tipo de subterfugios, para alejar mi mente del desastre que se avecina, pero no lo logro. Cada semáforo que me detiene, recibe mis insultos mentales, no solo él, sino el que lo diseñó y el que lo colocó.
Así llego a casa, no cierro el coche, ni el portón. En el patio me voy soltando el cinturón y bajando el cierre del pantalón.
Entro al baño más cercano a la puerta de entrada.
Cinco minutos después vuelvo a la normalidad.

Imagen : Hombre corriendo - Zerneri

miércoles, 7 de marzo de 2012

Rutinas rotas- Gabriela Szuster

Julia y Cesar llevaban varios años de casados. Su vida era armónica, transparente, sencilla. Aquella tarde tomaban el te en la terraza de la casa, disfrutando de la bondad del día. Cesar, mientras se desajustaba el nudo de la corbata, sorprendió a  su mujer con una propuesta insólita. A tal punto que Julia se atragantó con la bebida, generando un gran revuelo.
Nunca hubiera imaginado que su marido, tan serio y formal podría salir con algo así. En un principio descartó la idea  indignada, ofendida, pero a medida que lo pensaba algo dentro de si misma se iba abriendo, como los pétalos de un flor, algo que le permitía fantasear, generando un tibio calor que la hacía temblar. Una semana, con sus días y sus noches fue el tiempo que necesitó Julia para aceptar. La larga lista de dudas fueron tachadas de su mente, ganando la batalla la curiosidad, el deseo.

El encuentro era esta noche. A las diez. Música, velas, media luz. Llegaron dos. Uno era joven, el otro más maduro. La ayudaron a desvestirse, tocando, manoseando, invadiendo. Cesar miraba extasiado, fascinado, imbuido de nuevas y placenteras sensaciones. Julia  tímidamente al principio, inhibida, fue desprendiéndose de sus ropas junto con sus miedos, prejuicios y temores. Comenzó a sentir, vibrando con cada caricia, abriendo grandes sus ojos ante la mirada atenta de Cesar, descubriendo un universo de placer desconocido, arrollador. Incrédula ante tanta intensidad, se permitió disfrutar de cada beso, cada mano que tocaba su cuerpo, cada suspiro que exhalaba, pidiendo a gritos más y más. Julia despertó sus sentidos dormidos, naciendo, pujando, arrullada por la complicidad de Cesar que disfrutaba tanto como ella.
Un nuevo mundo se abrió ante sus ojos, sensaciones desconocidas de placer inigualable, éxtasis que envolvía a todos, como una película que estaban viviendo, sin ser ellos, y a la vez sintiéndose increíblemente vivos, como nunca.

lunes, 5 de marzo de 2012

Esa música- Shoshana Saltzman

Solo él y yo. Solo ella y él. Solo ellos y nadie más. El mundo no existe. Solo ellos en medio de la pista de baile al ritmo seductor de esa música que embriaga, que enloquece, que despierta los más intensos sentidos. Esa música que te deja borracho sin beber alcohol, que te aturde y te acaricia al mismo momento, que te enardece y aplaca, esa música que los incita a desearse más, a atreverse más…
Patricia se sabe linda, sensual, atrayente… Lo provoca en cada mirada, en cada gesto. Sabe que a él le gusta su coquetería, sabe que será suyo cada noche en que Pablo se vaya de viaje, cada vez que salga tarde del trabajo. La infidelidad le apasiona. Lo prohibido la atrae. El peligro la incita…
Guillermo la devora con la mirada… Ama su sensualidad, sus miradas atrevidas, sus sonrisas provocativas, su atrevimiento. Ella se expone al peligro así como se expone al amor, sin miedos, sin trabas, como si el peligro y el amor estuvieran unidos por un hilo invisible, imperceptible que los hace cómplices.
Patricia juega a dos puntas. Siempre lo hizo. Competía con su hermana melliza por acaparar la atención de los padres, de los maestros, de los amigos. Se enfrentaba a sus amigas y les robaba sus conquistas, siempre estaba al borde de lo permitido y lo prohibido y siempre, con sus encantos salía ganando.
Guillermo quiere solo triunfos, no sabe perder. Toma lo que le conviene y sigue adelante. Ama la gente que se atreve, que se arriesga…
La música es más intensa y el ritmo más enloquecedor. Sus cuerpos se acercan, se desean…
Patricia y Guillermo bailan el baile de la infidelidad, del amor prestado y verdadero, gozan de esos minutos robados que saben a durazno blanco de verano, que huele  a alverjillas, que saben a chocolate amargo.
Patricia y Guillermo bailan el baile de la vida…

sábado, 3 de marzo de 2012

Cuando Paloma y Gilbert se cortaron el rostro - Emilio Feler

Mis tripas me piden hablarte.
Primero saludá y después sacate la bronca de las entrañas.
Ya no sos la que conocí la primera vez que te ví.
Entonces andaba con otro, y no te molestó.
Pero ya no más, ahora sos mía.
Estás del mate, no soy tuya, yunta somos.
Sos mía, me oís mía, y si tengo que vaciar a alguno por eso, lo hago.
Te lo tengo dicho, seguridades no doy. Mientras juntos bien, mañana nadie sabe.
Eso no lo acepto y quiero que lo entiendas y te lo metas bien en el coco.
El que tuve antes que vos, pensaba como vos, y hoy llora y se emborracha.
Parala, y no me compares con ese nada.
Gilberto, tenés un problema, fumate algo y sácatelo de adentro.
Paloma sos para mí y no me muestres otras caretas.
Una sola soy, te quiero con todo, pero primeramente soy libre, libre, oíste?
Mi amor no entiende estas pelotudeces, sos mi esclava.
Conmigo no, y si no te va, con todo el dolor, te las picás cuando te den las bolas.
Pero de que te las das, largué mi mujer con los pendejos, y el laburo que tenia.
No me vengas a llorar sobre mi hombro, yo doy y tomo.
Tengo una mufa que me brota de adentro como lava ardiente que busca su camino.
Que decís, me estás asustando y yo no acostumbro a temer.
Me estás empujando, me estás obligando, parala de una buena vez.
Tranquilo, bolón, desenchúfate.
Ya no me controlo, hiervo de bronca, me estás llevando al límite.
Me están dando palpitaciones, desensilla y que el chamuyo sea tranqui.
Ves que tengo el filo en las manos, no me obligués...
Tomate algo, chupate bien, mamate, dormí la mona y volvé cuando te levantes.
Perdida, quien viene a verte, que me querés sacar de encima.
Loco, que te pasa?, guardá la cuchilla.
En tu panza la guardo, y toda esta sangre, ahora me la clavo en la mia. 

jueves, 1 de marzo de 2012

Amores lujuriosos por Shula Daich

Se fue quitando sus aros, y los colocó en su cajita, el vestido lo dasabrochó con lentitud, casi titubeando, se había desembarazado de su corsé... pero las marcas de cada una de las ballenas aún permanecían lívidas en su carne. Se sentó para desenrrollar hacia abajo las medias de nylon. Tuvo verguenza de quitarse las bragas. Se colocó delante del espejo y se miró. Una vez más se dijo a sí misma que no necesitaba envidiarle el aspecto a ninguna mujer. Sus pechos no eran grandes, pero se mantenían orgullosamente firmes. Su piel blanca, como la leche , era suave, su figura se reducía delicadamente en el talle, delinendo sus caderas  y piernas , de una manera tal, que un escultor , la vería perfecta. Se sentía feliz al ver su figura esbelta.
Sabía que a su marido le gustaba, y eso la hacía mas feliz aún.
Tomó uno de esos frasquitos de perfume que había en su tocador, y entrecerrando los ojos se tocó con el tapón el lóbulo de la oreja.
Se preparaba para una noche de amor intensa. Su madre le explicó una vez, que las mujeres concebían a causa de su naturaleza lasciva, y que su fertilidad era un producto del placer que ofrecían a sus esposos. Nunca entendió exactamente a qué se refería, pero entre el pudor y la obligación de mujer casada , trató de cumplir con su deber.
Su hombre se estaba duchando. Cuando escuchó que el agua dejó de correr , su corazón comenzó a palpitar. No podía echarse atrás. Cerró sus ojos para no ver su mirada del león que va a atrapar a  su presa. Aunque el sexo con él le gustaba, odiaba el sentirse un objeto sexual.  No tenía la experiencia de otras mujeres que conocían bien a los hombres. A veces le parecía un poco torpe con ella. Pero le avergonzaba decírselo.
Deseaba de todo corazón, poder engendrarle un hijo, darle una criatura concebida con amor, pero su miedo y su falta de conocimiento, la hacían entrar en un mundo de fantasía, un poco infantil.
La tomó en sus brazos, la besó con intensidad, la desnudó totalmente y la llevó a la cama. Temblorosa le pidió disculpas , quería entrar al baño por un mometo...y...al volver... lo encontró dormido.
Mañana será otro día...