martes, 13 de marzo de 2012

Pasado que no es... por Gabriela Szuster

Aún lo siento. Sin importar cuanto tiempo haya pasado. Recreo en mi mente una y otra vez aquellas imágenes. A cualquier hora. Despierto o en sueños. De día o de noche. Gotas de sudor recorren mi espalda. Golpes en la puerta que retumban en mi cabeza. Boca seca. Violencia que grita. Manos sudorosas. Corazón que late desbocado. Sabía que mi hora llegaría. Ya habían venido antes por Carlos, por Lucy, por José... ¿Cuanto podría faltar para que vinieran por mi? ¿Semanas? ¿Días? ¿Horas? ¿Minutos?
Sonidos al principio desconocidos luego eran el anuncio de lo peor, de la crueldad más terrible. Mi cuerpo respondía en consecuencia. Alerta, expectante, tembloroso. Hay un momento, tal vez demasiado pronto para quien no ha vivido en el infierno, que uno dice basta. Es el fin. No se puede soportar más. Pero a nadie le importa. Nadie te escucha. No eres nadie.
Ha pasado el tiempo, mucho. Las sensaciones han quedado, profundas cicatrices, más en el alma, que en el cuerpo. Las recompensas de la vida (mi familia, mis hijos) no alcanzan para borrar aquellos años de oscuridad, de gritos, de horror. Parte de mi vida  está muerta, pero aún no pude enterrarla.

No hay comentarios: