domingo, 3 de junio de 2012

Los últimos instantes de la víctima Emilio Feler


Don Borja no se movía de la posición fetal en que había quedado después de ser embestido por el vehículo. No tocar al accidentado hasta que no llegue la ambulancia tenía sabido.
El parloteo de las gentes que lo rodeaban, y le quitaban el aire le molestaba, pero no tenía fuerzas para ahuyentarlos.
Buscó la bicicleta con la miraba. Era una especial, importada. Que sus buenos pesos le habían costado. Estaba tirada sobre la vereda, haciendo un ángulo recto con el buzón. Se la veía estropeada.
La boca se le llenó de algo húmedo y caliente. Escupió, era sangre. La cosa es grave pensó. El panadero se había olvidado de su panadería, y discutía el suceso con la frutera. La farmacéutica telefoneo otra vez a la ambulancia, que no llegaba.
La visión se le hacía borrosa, y ya no distinguía su rodado.
Qué pensaría el ferretero. Borja le pidió que no cierre el negocio y lo espere. Un papelón.
Porque no viene la ambulancia, lloriqueó para sí mismo, pues nadie le prestaba ya atención.
Para peor, a la tarde tenía hora con el otorrino, le tendría que decir a la mujer que le postergue el turno.
A su lado un hombre de traje que le pareció inmenso, debía ser el que lo atropelló pensó.
Se acercaba el sonido de una sirena policial, seguramente debía ser por él.
Mañana jueves venía su primo de la capital, de visita. Qué momento más inconveniente. Pero mañana no era jueves, sino martes, o miércoles. Se acordó del cuento Anaconda de Quiroga, en que un lanchero pasaba sus últimos momentos, tratando de precisar que día era, mientras una boa lo envolvía. Hizo un esfuerzo, es martes se dijo y expiró.

No hay comentarios: