miércoles, 30 de mayo de 2012

El accidente que alteró aquella humilde aldea- Vera Raquel WIinitzky


A don Borja le gusta montar en bicicleta. Un día mientras circulaba por las calles del pueblo tuvo un accidente a causa de un coche que viajaba a gran velocidad. ¿Está
bien?.¿Como está?. ¿Qué ha pasado?,…Llamen a una ambulancia!...decían quienes
se acercaban a él.
¿Cómo es posible? – decía el panadero del pueblo que salió en su ayuda.
¿A quien se le ocurre ir tan de prisa? Añadió la frutera.
No se preocupe…llamaremos a la familia – tranquilizaba la farmacéutica.
La enfermera Pancracia llamó asustadísima, con urgencia, al vetusto hospital
pidiendo una asistencia. Don Borja sin conocimiento y caído en el asfalto tenía
toda la camisa ensangrentada.
Debemos llamar al hijo, dijo el anciano Braulio. Hace años que no se lo ve por
aquí .El teléfono lo tiene el viejo Ubaldo, que lo conoce desde que nació.
 Con estridentes bocinazos, llegaron los primeros auxilios, alterando la monotonía de todos los habitantes. Llevaron a Don Borja, junto a la farmacéutica Eulalia y a la
Enfermera Pancracia a la vieja clínica.
Hay que operarlo con urgencia.. Tiene una herida muy profunda y cortante en el hígado. La operación duró tres horas y las vecinas de Don Borja compungidas,
esperaban ansiosas.
En ese lapso, llegó un señor joven, bien trajeado que saludó muy seriamente. preguntando por Don Borja.  Era Nemesio su hijo, a quien habían llamado. Después de la espera angustiosa lo vieron salir de la Sala de operaciones muy pálido,
parecía muerto y fue llevado despaciosamente a terapia intensiva.
Todos muy tristes esperaban la palabra del cirujano.
El médico solo dijo: hay que esperar  24 horas para ver su evolución. El hijo muy
preocupado le preguntó si lo podía ver. Ahora no, mañana veremos.
Al otro día Nemesio se acercó a la cama de su padre moribundo, con lágrimas en
los ojos le decía perdón papá, soy abogado gracias a vos y hace años que no
te visitaba. No me alcanzará la vida para remediar esta ingratitud.
Don Borja, abrió lentamente los ojos y  al ver a su tan querido único hijo, se le
iluminó la mirada y le dijo temblorosamente : sólo con verte ya estás perdonado.
Ahora si, me puedo morir tranquilo.

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