martes, 1 de febrero de 2011

MI DESTINO ES UN NAIPE por TOLO BINDER



Estoy en el balcón . La cabeza suspendida en el vacío. Las manos aferradas a la barandilla. El deseo de saltar.

Tengo ganas de gritar, llorar, que todos se enteren de mi destino. Pero soy cobarde, solamente con abrir mis manos, en treinta metros, hallaría la paz para mí y lavaría el deshonor de mi familia. Es el minuto de indecisión y desfilan a la carrera miles de momentos felices de mi vida hasta llegar a esto. Como pude ser tan estúpido de traicionar veinticinco años de confianza y jugar mi felicidad en una mesa de naipes. ¿Y cuándo empezó todo? Ni yo lo sé… Pero si sé que los $ 50.000 que tomé la primera vez, y pude devolver por una mano de suerte en la segunda, lo único que hicieron fue incentivar mi locura, que cada día se convertía en una cifra más grande. Hoy es imposible de solucionar. Mas mi cobardía para enfrentar la situación es la misma que me hace dudar de abrir las manos. Pero es lo mejor… Perdóname Lidia.







METAMORFOSIS por SHULA DAICH



Una vez más, la luna llena acompañó su metamorfosis. Su cuerpo se transformó lentamente. Una vez más la profecía de su padre se cumplió.

Sintió que le crecían alas con plumas, su boca era un pico, su cuerpo se achicaba y comenzaba a volar...

Esa sensación de volar por los cielos era maravillosa...Podía observar el Mundo desde arriba, y sentirse Dios. Reírse de todos y de cada uno que se burló de él cuando no podía enfrenterse ante esos monstruos llamados humanos.

Se acordó de su padre, quién más de una vez le dijo que tenía el cerebro de un pájaro, cuando le proponía asociarse a sus negocios sucios e infectados de artificios astutos. Ahora que es un pájaro no le teme a la vida...se siente feliz...



El despertador sonó como siempre a las siete. Un nuevo día laboral comenzó.

A las siete y diez minutos el teléfono irrumpió la calma de la mañana.

_ Sí papá, seré puntual, no te preocupes. Ya me levanté...

RETAZOS DE CIELO por SARA RAWICZ






Le angustia mirar el reloj. El reloj es consciente de esa angustia y se para.

Todo es triste en su entorno. Paredes blancas y desnudas; en una de ellas un cuadro de colores desvaídos, en frente, ese reloj, en el que las horas parecería que no pasan nunca, y cuyo tictac le molesta tanto.

Todo es triste, menos la ventana. Está a su derecha; con sólo voltear la cabeza ve el cielo. (Todo lo que puede verse en un espacio de un metro cuadrado). Su vida está concentrada en esa ventana. Es el único nexo con el mundo exterior.

Nunca imaginó, o no prestó atención a que el cielo tuviera tantos colores y aspectos distintos. Aprendió a diferenciarlos e interpretar sus mensajes.

Supo que un cielo ceniciento, con negros nubarrones, como caras furiosas, amenazaba tormenta. Un cielo azul y luminoso, con el sol tratando de introducirse a través de la ventana, anunciaba el verano.

El cielo rojizo, era el del atardecer; el negro, el de la noche, donde una estrella traviesa le hacía algún guiño.

Ya no se escucha el tictac, tictac. El cielo que se ve por la ventana es blanco y brillante. ¡ Que paz ¡