viernes, 24 de junio de 2011

DES-ESPERADOS por EMILIO FELER

Jugamos a todo. No recuerdo a algo que no jugamos.
Probamos de todo. Me es difícil recordar que no probamos.
Se hizo aburrido. En realidad nunca fue divertido.
Vestidos o desnudos paso a ser lo mismo. Los cigarrillos, la bebida, la mari, la coca o la mufa, o vaya a saber que lo provoco, o al revés.
El sexo ya no interesaba. Era fácil, como el comprado. Era compartido. Ya no nos acordábamos con quien ayer, y seguro que no, con quien hace una semana.
A ella le empezó a causar gracia, cuando yo tenía ataques de impotencia. También, a ella, todo le salía natural. Se burlaba, y me comparaba con otros que le provocaban tres orgasmos seguidos, sin sacarla, decía ella.
Al final, porque no te vas con ellos, le dije. Te quiero a vos me contestó, a mi manera, ya sabes, pero es así.
Nos dábamos asco, o quizás pena. Estaba pasada de crack, cuando  me miró, lo movió con su dedo sin que pasara nada, y dijo busca algo en lugar de la porquería inútil que tenés entre las piernas.
Tomé el revólver de papa, el que le regalaron cuando se retiró  de la Gendarmería. Estaba cargado. Por las dudas decía el viejo. Lo manoseé como rato no lo hacía con mi miembro, o con las partes de ella. Me lo metí en la boca, y eyaculé como cuando le di el trasero a Ramón. Me vio venir con el arma. Eso está siempre firme, dijó y se pasó la lengua por el labio inferior. Se lo pusé entre los muslos. Los apretó sobre mi mano y el arma, mientras fregaba sus senos sobre mi boca. Estaba excitada. Se le notaban las gotas de humedad saliendo de su vagina. Con su mano derecha agarró el revólver y se lo introdujo, con un movimiento interminable. Jadeaba. Ponételo en la boca me dijo. Me lo puse. Ella hizo lo mismo. Tirá de una vez grito. Lo hice. Se cayó lentamente hasta quedarse inmóvil sobre el sillón de dos cuerpos. Un hilo de sangre le salía del costado de la cabeza. Me puse el arma en la oreja derecha. Disparé.

jueves, 23 de junio de 2011

SOÑAR UN MUNDO MEJOR por SARA RAWICZ

Julia asistía a su primera reunión estudiantil en la Universidad. Quedó deslumbrada ante la locuacidad del orador, tenía cautivada a la concurrencia. Lo consideró un líder nato; expresaba en palabras sus propios sentimientos. Igualdades sociales, reivindicación de derechos, libertad de credos; la lucha por una sociedad mejor y más justa.

A Pablo, mientras arengaba a la juventud, no le pasó desapercibida, esa pelirroja de abundante cabello enrulado, ojos verdes y nariz pecosa que nunca antes había visto.
Se enamoraron. Pertenecían a mundos distintos; ella era judía y él no. Tuvieron que vencer muchas barreras para poder concretar su unión. Ambas familias se oponían. Pero el amor pudo más que todos los convencionalismos y se casaron.
Los dos militaban en la misma organización. Además de amarse tenían en común los mismos ideales; luchaban por la misma causa, soñaban con cambiar el mundo.

Fueron muy felices, hasta que un pequeño cambio de palabras, fue tomando dimensiones mayores y derivó en una fuerte discusión, a la que él puso punto final diciéndole judía de m……

Quedó atónita, una bofetada hubiese sido más leve. Se sintió ofendida hasta sus raíces. ¿Cómo podía expresarse de ese modo? Él, que luchaba por las no diferencias.
No lo pudo soportar. Buscó el revólver de Pablo; lo tomó con las dos manos y lo dirigió a su boca. Lágrimas amargas se deslizaban por sus mejillas. Ella amaba la vida, pero la vida que había soñado y por la cual había luchado…

NACE UNA ESTRELLA por GABY SZUSTER


Era muy hermosa. Atraía todas las miradas. Cuando Mario la encaró ella pensó que era uno más que intentaba seducirla. Pero se equivocó, bueno, no del todo.

Llegó al set vestida como siempre, un jeans que disimulaba sus formas, y una remera de algodón suelta. Aún así atrajo todas las miradas. Mario salió a recibirla, dándole un beso en cada mejilla.

-          ¿Estas lista?
-           Eso creo.

Mario llamó a Ceci, su asistente.

-          Te la encargo, ya sabes lo que tenés que hacer. Cecilia la miró de arriba abajo, evaluándola, sin disimulo.
-          Veni conmigo.

Mario las miró irse, la adrenalina le corría por la sangre. Sabía que no se había equivocado, pero aun así, cuando la vio entrando nuevamente al estudio, producida, maquillada, y apenas vestida, un sudor le corrió por la espalda.  Se quedó sin aliento, jamás le había pasado antes.

Llegó el partenaire, y al verla le causó el mismo efecto que a todos los presentes.
Las escenas fueron un éxito, Lorena, tenía un don natural, además de su belleza, hacía todo lo que le pedían, sin tapujos. Después de dos semanas, la película estuvo terminada. Fue un éxito impresionante. Comenzaron a llover los contratos, las entrevistas, las fotos.

Diana fue rápidamente olvidada y sustituida por Lorena. Y en su mente comenzó a pergeñarse un plan. No fue difícil convencer a Ulises, el utilero. Sabia utilizar sus encantos, estaba por demás demostrado. No podía permitir que cualquier nuevita improvisada la desplazara de ese modo. Y como si fuera poco, también se metió con Mario. No podía dejar las cosas así.

Lorena tomó la pistola con ambas manos, se la acercó a la boca, sensualmente abrió sus labios. Todos estaban pendientes de la escena, conteniendo el aliento, mirando extasiados a esa mujer que derrochaba belleza y erotismo. Cuando efectuó el disparo, un grito de horror atravesó el aire.

miércoles, 22 de junio de 2011

YA TODO PASÓ por NELLY SHEJTER


Susana siempre soñaba, dormida o despierta.
Desde que había visto esa película de misterio, muchos de sus sueños se habían convertido en pesadillas.
Esa mañana despertó con la sensación de haber trabajado intensamente durante todo el tiempo y con un cansancio tanto físico como mental. Se había visto a ella misma, con los cabellos desarreglados y un expresión de resignación, miedo,¿susto? Entonces había ido al escritorio de Manuel, revisto todos los cajones, uno a uno, ¿buscando…que?                                                                                           Ah! Por fin lo había encontrado. Se aseguro que estuviera cargado, lo asió fuertemente con ambas manos y lo dirigió a la cara. El próximo paso sería decidir hacia que parte: los ojos, el centro de la frente, o, si, lo haría hacia la boca abierta; así cumpliría  su sed de venganza. Era seguro que Manuel no soportaría el verla tendida, con los ojos abiertos de par en par y el arma dentro de la boca; entonces sentiría culpa por haberle dicho tantas veces "¡deja de hablar tanto si no quieres que te mate!
La amenaza su cumplió a medias pues no quiso darle el gusto. Prefirio ser ella misma su asesina

sábado, 18 de junio de 2011

¿VIDA? ¿MUERTE? por LUIS GOREN

 


                                     
         He decidido poner fin a lo que llaman VIDA; es decir a mi vida. Si esto es vivir, la muerte debe ser una liberación. No le he contado a nadie de mis intenciones, porque no soportaría todos los "buenos" consejos que tendría que escuchar.
         A los dieciseis años una "bestia" me violó dentro de mi casa. Me quise matar pero me salvaron. Algo se rompió dentro de mi. Hace dos años, me encontraron un cancer de la sangre incurable. Intenté luchar, pero veo que es en vano; no existe para mi  ayuda, y mucho menos esperanza. Por lo tanto mi decisión es irrevocable.
         Tengo preparados el alcohol y los fósforos. Tambien ¿VIVÍ? veintiseis años.
QUE NO SE CULPE A NADIE DE MI MUERTE
REBECA
         =============================================                                
                                      ¿MUERTE O LIBERACIÓN?
         Cuando llegué, estaba muerta, tirada en el medio de la calle; una cosa totalmente carbonizada. Dejó una nota donde explica por qué quiso matarse. Lo que no aclara es por que eligió un sistema como ese, cosa que nunca  sabremos.
         Lo que si cuenta brevemente, son las motivaciones que la impulsaron a tan tremendo hecho; que fué violada cuando era jovencita, una enfermedad terminal que se le encontró a los veinticuatro años y todas las penurias que se desprenden de estos hechos.
         Cansada de sufrir y sin tener ninguna esperanza para el futuro, esperó que no hubiera nadie en la casa, se "bañó" en alcohol, se prendió fuego y corrió a morir en el medio de la calle. Una Historia más de tantas que ocurren  en la Ciudad.
         Por supuesto, la velaron en en cajón cerrado. No me quedé a escuchar los comentarios de la gente.                  

YO, REBECA por EMILIO FELER


Es mi cumpleaños, el dieciséis, y como todos ellos, desde que recuerdo, no me serán festejados. Dejo la puerta de calle abierta, de par en par, con la esperanza de que alguien festeje el día conmigo. Alguien entra, voy a recibirlo. Me da un cachetazo que me tira contra la pared. Va hacia la puerta y la cierra, con llave, ya que la misma esta puesta. No hay nadie en casa, mi madre trabajando y el que la ayudo a concebirme nunca lo conocí ni supe quien fue. Corro, pero él me alcanza. Me toma del cabello y me arrastra hasta encontrar una habitación con cama, la mía. Me tira violentamente sobre ella, y me arranca la ropa, la desgarra, la rompe. Estoy en ropa interior, casi exánime. Mi interior no se humedece y mi virginidad se va en medio de espasmos. Dinero no tenemos, el hospital municipal no atiende violaciones, pues no tiene presupuesto, el encargado agrega que más de la mitad son denuncias falsas, y no tienen tiempo para ello. Duermo por las mañanas, pues de noche me es imposible conciliar el sueño. Es mi cumpleaños, el veinticuatro. Vengo del hospital. Un análisis de sangre para entrar en un empleo, me descubrió leucemia. Los médicos dicen que esta avanzada, y en el mejor de los casos me dan dos años de vida. Como ya no creo en la medicina empiezo a ir a la iglesia, a todas ellas, a espiritistas, pero nada cambia. Compro una botella de alcohol, que me aseguran es combustible. Me visto y me derramo el liquido sobre mí. Me prendo fuego, y una vez que estoy bien, pero bien encendida salgo corriendo a la calle. He sufrido tanto durante mi vida, que el dolor de quemarme en vida, no me importa. Me velan en casa de unos primos. Mi madre hace varios años que murió. La caja está cerrada. Yo escucho las conversaciones. Entiendo que estoy muerta, pues no tengo sensaciones. Quizás es mi espíritu que viaja.

viernes, 17 de junio de 2011

LA POCA SUERTE DE REBECA por VERA WINISKY




Los primeros años de Rebeca fueron muy felices. Sus padres de muy buena posición económica la mimaban mucho. Ella era muy bonita.
La muerte de su padre, fue una gran tragedia para la madre y la hija.
El llanto y la depresión cambiaron la alegría, en tristeza.
Años las vi asi, pero el tiempo pasó y lograron recuperarse.
La madre Dora ,se reencontró con un íntimo amigo de su esposo fallecido, José.
Sin pensar que tenía una hija adolescente, simpatizó mucho con él y a los pocos
meses se casaron.
Claro, fueron a vivir al hogar donde siempre había vivido  Rebeca. El padrastro desde
que la vio  se le despertaron todos los sentidos, su mirada era pecaminosa con
muchos deseos de poseerla.
La madre, estaba  muy lejos de pensar en esa atrocidad, pero se veía a las claras que
podía pasar,
Rebeca inocente y pura, sentía esas fuertes miradas, pero callaba,.con sus vírgenes
16 años. En una salida de la madre, el nuevo esposo tuvo la gran osadia y se atrevió
descaradamente a violarla.Oímos sus gritos pero no pudimos intervenir.
l:a pobre adolescente sufrió horrores y quedó traumada. Solo pensaba en el suicidio.
Se ve que no le resultaba fácil, y no lo pudo llevar a cabo.
A los 24 años tuvo leucemia que le impedía respirar y ya cansada de todo, se volcó
alcohol sobre ella y encendida corríó por la calle donde la vi caer muerta..
Asi, se extinguió la vida de la pobre Rebeca, que terminó completamente desfigurada en el cajón mortuorio.  

RIVKELE por SHULA DAICH

  
 " Shma  Israel Adonai Eloheinu Adonai Ejad" (Escucha Israel , Nuestro Señor , Nuestro Señor único) "...
   Me llamo Rivkele, rezo siempre alabando a Dios , cumplo con los ritos como
la religión me lo exige, pero él me castiga , ¿por qué? ¿ qué he hecho de malo Mi Señor?
  Odio cuando se acerca la noche, le temo más que a Dios. Cierro la puerta con llave  y me tapo con tres frazadas, para que él no me toque... que no se acerque a mí...yo no quiero pecar , lo juro él me obliga...
  Me siento sucia por dentro, estoy casi una hora bajo el agua. Voy a la Mikve, a purificarme . La Rabina, comenzó a hacerme preguntas raras que no le sé contestar. Siento que mi alma va a explotar, le contaré a mi madre, ella deberá escucharme. Es mi madre, si estuviese en su lugar le ayudaría a mi hija si me contase...
  Alguien tiene que creer que lo que digo es verdad, ¡todos me dan la espalda!  Pero ¿Cómo puede ser? La religión nos prohibe mentir, y yo ¡ NO MIENTO!
  El suicidio está prohibido, es pecado, lo sé... ¿ pero qué remedio me queda?
Cuando llegue frente al Dios Todopoderoso, él me juzgará y  entenderá por qué lo hice, estoy segura que me comprenderá . Mi vida está marcada, debo haber recibido  la maldición de Job, no puedo seguir viviendo, debo dejar este mundo infame, por uno mejor...
Llévame Señor contigo, soy tu sierva, que se rían y burlen de mí, ya no me importa... soy tuya...

jueves, 16 de junio de 2011

MARIA ROSA por GLADYS GOLDSZTEYN

Vivía frente a casa. Era una chica muy cálida y sufrida. Ciertos problemas familiares hacían que ella no quisiera estar demasiado en su casa; deambulaba por el barrio de amiga en amiga, el mayor tiempo posible. Estando en la vereda recuerdo la tarde que Roberto pasó en su motoneta y la invitó a dar una vuelta, ella aburrida de estar sentada en la puerta de su casa, aceptó. Roberto un pájaro bastante mayor que ella, pues ella era una criatura, no era de fiar. Quedé preocupado,  pensé si este no estaría tramando algo con esa invitación inusual. La vi volver triste, abatida. Vino hacia mí casi llorando y me dijo:- ya está, todo terminó, ya no hay lo que ofrendar, de ahora en más ya nada me importa-…
Por lo que me contó, supe que la pérdida fue de la forma más ruin, e ilógica. Adiviné que ella seguiría mal un buen tiempo, del cual no sé si podría recuperarse… Inequívocamente ella no pudo salir de esa situación depresiva, lo que la llevó a intentar suicidarse. El plan se frustró, y logró sobrevivir gracias a Matías un chico que estaba enamorado de ella y guardaba esperanzas de que lo aceptara algún día. Corrió con María Rosa al hospital llevándola a tiempo de que le realicen un buen lavado de estómago.
Su vida continuó, pero yo sabía que no era la misma, en vano buscó ayuda entre hechiceras y espiritistas, luego de fracasar en su primer consulta al psicoanalista.
L a enfermedad la estaba consumiendo, llevaba como un cartel en su mirada triste, y sus torturadas neuronas, no tenían paz ni consuelo. Partía el alma verla, era tan bella su tristeza, como pudo ser de bella la vida que no fue.
La vi salir de su casa encendida, arrastrada envuelta en llamas, corrí hacia ella, era tarde ya, me dijo en su último hálito de voz: -mi vida ha sido una mierda- , las llamas consumieron su cara aterrorizada. Mi angustia e impotencia, se mezclaron con el dolor que sentí por esa criatura indefensa y desdichada, a la que la vida marcó desde muy joven y puso en la lista de las víctimas de la desidia, poniéndola a prueba designándole tremendo destino. Desde ese día yo tampoco pude ser el mismo, algo muy fuerte me quebró en dos el corazón. Al fin y al cabo la había visto nacer, era una hija más de la vida.
El cajón cerrado daba la pauta de los despojos que allí yacían. Triste vida, triste muerte, ausente de rostro, ya un alma inexistente, que quizá inventó mi mente…

REBECA por SARA RAWICZ


 
El matrimonio Ramírez tenía dos hijos: Rebeca y Roberto, éste tres años mayor. Muy compinches para todo, Roberto urdía las travesuras y su hermana lo secundaba.
El padre, un buen hombre, trabajaba de sol a sol. Sus únicas distracciones eran la televisión, que lo ayudaba a evadirse de las preocupaciones, y la sección deportiva del diario. A la madre no le alcanzaba el día para cumplir con todas sus obligaciones: el trabajo en el hospital, la casa y todas las tareas cotidianas. Muy poco tiempo le restaba para dedicarse a los chicos.  Con ellos vivía un hermano de la madre. Solterón y jubilado, pensaba que aportando su jubilación estaba exento de cualquier colaboración necesaria. Solitario y amante de la lectura, permanecía en su mundo rodeado de sus libros.
Era una familia modesta, en la que no sobraban los bienes materiales, pero no faltaban la felicidad, las risas y la alegría.
La adolescencia marcó una diferencia en la relación de los hermanos. Rebeca se convirtió en una muchachita pizpireta, rodeada siempre de chicos y chicas con quienes compartía paseos y diversiones. Roberto añoraba la infancia, cuando ellos dos solos formaban un mundo. No tenía amigos. Sólo le interesaba su hermana, a la que comenzó a mirar con ojos distintos Sentía celos de los chicos que se le acercaban y trataba de ahuyentarlos.

Rebeca festejó sus dieciséis años con una fiesta acompañada de familiares y amigos. Estaba radiante al apagar las velitas. En ningún instante imaginó que éste sería el último momento feliz de su vida.

Concluida la fiesta, la casa estaba sumida en un sueño profundo. Roberto entró al cuarto de Rebeca, ésta se alegró, quería contarle que estaba enamorada de ese chico rubio, con el que había bailado casi toda la noche. Él no quería escucharla. La estrechó entre sus brazos y comenzó a besarla ardientemente. Ella quiso apartarlo, luchó para desprenderse de él pero no lo logró. La poseyó con pasión, con furia, con dolor. Ya solo en su cuarto dio rienda suelta a un llanto desesperado.
Rebeca lloró lágrimas de vergüenza, de amargura, de desolación. Sus ilusiones, sus sueños, yacían hechos añicos a su alrededor.
Desde ese día trataron de eludirse. Los padres, tan ocupados en sus tareas, no notaron que la casa estaba vacía de risas. El tío, gran observador, notó el pálido rostro de Rebeca contraído por una expresión de sufrimiento e intuyó que algo grave había sucedido.
Rebeca no quería vivir; no tenía con quien compartir la magnitud de su drama e intentó suicidarse pero fracasó; su tío pendiente de ella la socorrió.

El tiempo pasó, pero no mitigó su trauma; creyó que ya no podía ocurrirle nada más grave. A los veinticuatro años le diagnosticaron una leucemia contra la que luchó durante dos años.
Estaba cansada, muy cansada. Los tratamientos eran ineficaces. Por primera vez sintió compasión por si misma. Espiritismo, parapsicología, nada le ayudaba. Tomó la decisión de rociarse con alcohol y prenderse fuego. Así, convertida en una antorcha humana corre a la calle y muere.
Por fin descansa en el ataúd, su rostro oculto para no exhibir el efecto del fuego.
Ella está contenta. Su cuerpo está muerto, pero su espíritu no, ello le permite escuchar la conversación de la gente delante del féretro, que duda si es ella la que realmente está adentro.
                         


Confesión de Rebeca

Los dieciséis años determinaron un antes y un después en mi vida. De ser una chica normal, como todas las chicas de mi edad, alegre, con sueños de futuro y confiada en la gente, me convertí en una persona apática, amargada, con sus ilusiones destrozadas.
Tenía un hermano tres años mayor, siempre fuimos muy amigos, muy compañeros, como dos almas gemelas; hasta esa noche en que la locura cruzó su mente y sin pensar en nada más que en su deseo, me violó brutalmente.
¿Cómo pudo ocasionarme un daño tan terrible? En su desvarío ¿se olvidó que éramos hermanos?
A pesar de que desapareció y nunca más volví a verlo, no pude superar el trauma que me provocó; traté de suicidarme pero fallé en el intento.
Así sigo viviendo, soportando una desgracia tras otra. A los veinticuatro años me diagnosticaron una leucemia. Luché contra ella durante dos años. Hice tratamientos que no resultaron eficaces. Recurrí a sesiones de espiritismo, no me ayudó.
Ya estaba cansada, muy cansada de pelear contra la fatalidad y tomé a mi juicio una decisión valiente; me rocié con una botella de alcohol, me prendí fuego y encendida corrí a la calle, donde finalmente morí.
Ahora descanso en paz.
Estoy dentro del ataúd, con el rostro cubierto para no exhibirlo. Me alegro que sea así.
Mi cuerpo está muerto, pero no la esencia de mi espíritu, por lo tanto puedo escuchar hablar a las personas que se acercan a mi féretro, dudan si realmente soy yo la que está dentro. Entre ellos está mi hermano, llora desesperadamente y me pide perdón.
No siento piedad por él. No puedo perdonarlo.