jueves, 16 de junio de 2011

MARIA ROSA por GLADYS GOLDSZTEYN

Vivía frente a casa. Era una chica muy cálida y sufrida. Ciertos problemas familiares hacían que ella no quisiera estar demasiado en su casa; deambulaba por el barrio de amiga en amiga, el mayor tiempo posible. Estando en la vereda recuerdo la tarde que Roberto pasó en su motoneta y la invitó a dar una vuelta, ella aburrida de estar sentada en la puerta de su casa, aceptó. Roberto un pájaro bastante mayor que ella, pues ella era una criatura, no era de fiar. Quedé preocupado,  pensé si este no estaría tramando algo con esa invitación inusual. La vi volver triste, abatida. Vino hacia mí casi llorando y me dijo:- ya está, todo terminó, ya no hay lo que ofrendar, de ahora en más ya nada me importa-…
Por lo que me contó, supe que la pérdida fue de la forma más ruin, e ilógica. Adiviné que ella seguiría mal un buen tiempo, del cual no sé si podría recuperarse… Inequívocamente ella no pudo salir de esa situación depresiva, lo que la llevó a intentar suicidarse. El plan se frustró, y logró sobrevivir gracias a Matías un chico que estaba enamorado de ella y guardaba esperanzas de que lo aceptara algún día. Corrió con María Rosa al hospital llevándola a tiempo de que le realicen un buen lavado de estómago.
Su vida continuó, pero yo sabía que no era la misma, en vano buscó ayuda entre hechiceras y espiritistas, luego de fracasar en su primer consulta al psicoanalista.
L a enfermedad la estaba consumiendo, llevaba como un cartel en su mirada triste, y sus torturadas neuronas, no tenían paz ni consuelo. Partía el alma verla, era tan bella su tristeza, como pudo ser de bella la vida que no fue.
La vi salir de su casa encendida, arrastrada envuelta en llamas, corrí hacia ella, era tarde ya, me dijo en su último hálito de voz: -mi vida ha sido una mierda- , las llamas consumieron su cara aterrorizada. Mi angustia e impotencia, se mezclaron con el dolor que sentí por esa criatura indefensa y desdichada, a la que la vida marcó desde muy joven y puso en la lista de las víctimas de la desidia, poniéndola a prueba designándole tremendo destino. Desde ese día yo tampoco pude ser el mismo, algo muy fuerte me quebró en dos el corazón. Al fin y al cabo la había visto nacer, era una hija más de la vida.
El cajón cerrado daba la pauta de los despojos que allí yacían. Triste vida, triste muerte, ausente de rostro, ya un alma inexistente, que quizá inventó mi mente…

1 comentario:

Gabriela Szuster (Gamyr) dijo...

Terrible historia, muy triste.