lunes, 23 de mayo de 2011

EL VECINO DE ENFRENTE por SHOSHANA ZALTZMAN


En la soledad de su departamento, frente al mío, mientras escucha música que hasta yo oigo, recuerda siempre aquel día en que llegaste al mundo apadrinada de una lluvia copiosa que se convirtió en una tormenta terrible.
Tu primer llanto fue el mejor regalo que recibió en su vida. Tu propia vida es para él una ofrenda de amor. Él te quiere más que a sí mismo, nunca supo decírtelo. Quiso ser el padre más cercano, el amigo, el hermano que no tuviste, no supo, se equivocó. Se equivocó tanto que pasó a ser simplemente el señor que te dio la vida.
De tanto dolor y desilusión por no haber sido capaz de darte la mano y acompañarte en la difícil tarea de recorrer la vida, optó por abandonar esas tierras frías del sur, e irse a una ciudad cerca del sol, una ciudad amarilla que no le gusta, que le daña pero que respeta porque lo aceptó sin hacer preguntas, sin indagar. Cuando llegó con su pelada y su barba blanca, nadie le preguntó por qué se empeña en que todos piensen como él, por qué su afán de justicia, sus principios de igualdad que ya no son tan necesarios en este mundo voraz, que corre quien sabe a dónde, que no respeta a nadie.
Cambió todo por todo, dejó su trabajo sedentario, tranquilo con la calefacción y el cafecito caliente por el aire libre, el fresco de la madrugada, el esfuerzo físico y el sueldo reducido. Cambió el saco y la corbata por  los vaqueros y la remera suelta, el mantel por la bolsita con el sándwich, el matrimonio con sexo cómodo tres veces por semana,  rápido, esperado, sin sorpresa, sin excitación por alguna noche ardiente, satisfactoria y bien pagada.
Hoy mi vecino de enfrente me lo contó todo. Necesitaba que lo escuchen, compartió conmigo su soledad. Lo oí en silencio. Lo entendí. Tal como vos  tuve un padre que quiso (si es que quiso) ser bueno y no supo, que quiso amar (yo quería que me ame, él no sabía) pero no se animó. Un papá de mentirita…


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