jueves, 26 de mayo de 2011

A VECES DIOS DA CON EL PALO por EMILIO FELER




Diario gratis, como se estila hoy día. Café cargado para despabilarse. Otro puto día de soportar al jefe, dando órdenes, la mayoría sin sentido. La vuelta a casa, donde aguantar las mismas cosas. A veces mi culpa se decía, pero la mayor parte, culpa de ella. Hablar con los dos parásitos que tenia de hijos, que le llorarían, justo a él, que no saben cómo llegar a fin de mes, y pobres sus nietos, amorosos pero realmente insoportables. El café se había enfriado. Se lo calentarían en el microondas, que cagada. Mientras tanto lee el diario, las mismas idioteces diarias, deportes, como la mayor parte de las veces su equipo había perdido, sin oponer resistencia alguna. A ver el loto, por lo menos recuperar el costo. Los números empezaron a bailarle en la cabeza, 7, 14, 19, 29, 32 y 35, los suyos de siempre, y el numero fuerte el 4. No podía ser, los volvió a mirar una y otra vez. Eran los suyos. En el quiosco de enfrente, miro el premio 14 millones, mentalmente los convirtió en los cuatro millones de dólares que eran. Un mes después, playa de un hotel exclusivo de Ibiza. El tibio sol de la mañana tempranera le acaricia la barriga. Quien lo hubiera dicho, esta suerte a poco casi de cumplir los 60. Venir de Charata, y ahora aquí, como los reyes. Se estaría una semana, y luego a Miami, a hacer negocios con el toco. A veces se despertaba de noche, pensando en la familia que había abandonado sin avisar, pero se le pasaba rápido. Miami, que lugar maravilloso, todos hablan como uno, bah todos no, algunos pelotudos hablan en ingles. Ya se engancho una panameña, que salvo que lo deja siempre muy cansado, es una maravilla, por ahora, sigue pensando. Negocios por ahora no hay, pero deposito toda la mosca en un banco de las Islas Vírgenes, que le ofreció el máximo rendimiento que un paraíso fiscal puede ofrecer. Diario en castellano, daiquiri, lugar de tragos pituco. Entre trago y trago lee. Madoff, el famoso volteo entre otros a un banco que él conoce el suyo, el que tiene toda su plata. Lo lee de vuelta, diez veces, y nada cambia. Empieza a romper el diario y a chillar. Vienen dos mozos y lo sacan a los empujones del lugar. Por suerte engancho una venta de golosinas en la playa. Con ese y algunos robos miserables, va tirando para adelante.

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