sábado, 22 de mayo de 2010

PECADOS FAMILIARES por Gabriela Szuster

(la consigna, elaborar un relato en el cual aparezcan por lo menos dos pecados capitales)




Mi nombre es Pablo. Pertenezco a una familia muy católica. Me consideran un nene muy despierto para mi edad. Tengo once años y voy a un colegio de curas. No tengo intención de ser sacerdote, pero nadie preguntó mi opinión.  Los fines de semana vuelvo a casa, y todos los domingos vamos a misa, a escuchar el sermón del Padre Pedro. Mi papá, Ildefonso, que es un hombre muy nervioso, nos levanta muy temprano. Como no queremos despertar su ira, nos apuramos, aunque sabemos de antemano que deberemos ser nosotros quien esperemos al cura, que siempre empieza tarde. El Padre Pedro ingresa al atrio bostezando, como si recién se hubiese levantado de dormir.
Luego de la misa, regresamos a casa, mi mamá Amelia, mi hermana Gertrudis, mis abuelos, mi papá y yo. El almuerzo está preparado con anticipación, por las manos habilidosas de mi abuela. Mi papá invita también a nuestro vecino Lucas, que durante toda la comida, hace comentarios lujuriosos sobre nuestras vecinas, tías y toda mujer que se precie. Mi mamá se queja con mi abuela, porque frente a mi papá no se atreve, no tanto por los comentarios de Lucas, sino más bien por el gasto extra que supone a la economía familiar. Mención especial merece mi hermana Gertrudis, quien come y come todo lo que le sirven, y es capaz de robar de las porciones ajenas, si alguno se descuida. Mi abuela Sofía  cree que es por sus habilidades culinarias, no se cansa de decir que nadie cocina como ella, que nadie hace nada mejor que ella.
No puedo dejar de mencionar a mi abuelo, Don Evaristo, un hombre taciturno, inconforme con su destino de hombre común, quien dejo de hablarse hace muchos años con sus dos hermanos, Agustín un medico prestigioso, y Felipe un exitoso abogado.
Esta semana en una clase especial en la escuela la hermana Catalina nos habló de los siete pecados capitales, luego nos pidió una composición. Mi trabajo genero un severo sermón y un castigo de treinta padrenuestros. Tomé la firme decisión de convertirme al judaísmo.

5 comentarios:

A.R.N. dijo...

tambien con esa familia... pobre criatura...

shula dijo...

Y...un shahid? no se...porque dicen que les prometen algo asi como setenta virgenes...me parece,no estoy muy segura.Todavia nadie volvio y conto si es realmente asi...

Pero la idea del relato es genial !!

Gabriela Szuster (Gamyr) dijo...

Gracias Shula!

Gabriela Szuster (Gamyr) dijo...

Es lo que pense yo, con esa familia...

David dijo...

Buena idea la del pibe. Los rabinos no son perezosos -hasta donde sé- y nunca entran bostezando para la "tfilá". Sorpresivo tu trabajo.