viernes, 28 de mayo de 2010

!TE QUIERO DIANA! por León Binder


Es una triste rutina que no tiene fin. Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abro el portafolio  y antes de empezar la tarea diaria, escribo una línea en una larga carta donde, desde hace seis años, explico minuciosamente las razones de mi suicidio. Desde aquel verano que, agobiado por el trabajo, Diana pasó la mayor parte de las vacaciones sola con el bebé en la casa de la playa, fueron treinta días de los cuales sólo dos fines de semana pude viajar a encontrarme con ellos. En uno de esos fue que llegué en la mañana del viernes, cosa inusual en mí, desde lejos vi estacionado un buen coche en la entrada. En un primer momento, me asusté pensando que quizás fuera un médico para alguno de los dos. Bajé del coche casi corriendo, la puerta delantera estaba sin traba, entré alocadamente. Pero lo que escuché me dejó atónito y petrificado. Las risas de mi mujer, los quejidos y suspiros me introdujeron en una escena totalmente distinta de la imaginada. Lentamente volví a salir, di la vuelta a la casa hasta la ventana del dormitorio y allí pude observar algo casi irreal. El esbelto cuerpo de mi mujer totalmente desnudo, al igual que su acompañante, en una sesión de sexo digna de la peor película porno. Completamente turbado volví al coche, mi cabeza daba vueltas como una calesita enloquecida, buscando respuestas para lo que había visto. Durante los cuatrocientos kilómetros de vuelta sentí que me deslizaba en un pozo sin fondo. Al anochecer, sentado en la penumbra de nuestro departamento vacío y silencioso me sentía morir tratando de encontrar una explicación. Pasadas las horas pensé en aquello tan remanido de “un amor de verano” y que seguramente sería mi culpa por haber antepuesto mi trabajo a mi familia. Traté de olvidar y terminado el verano, supuse que todo quedaría en una aventura pasajera. Pero no fue así, sospeché primero, confirmé después, que lo suyo era más que una aventura, notando con desesperación que Diana había cambiado su forma de ser hasta convertirse en una adicta al sexo, casi siempre con personas distintas. Cuando empecé a escribir supuse que seria una pequeña nota de despedida, cada día agregaba un párrafo más pensando que era el fin, mas luego veía a mi hijo y lo iba dilatando. Hoy, pienso que más que por Julián, no termino con mi vida porque mi amor por ella es más fuerte que su engaño.    

1 comentario:

David dijo...

Está bien contada la cosa existencial. Por ahí, ahorraría algunas palabras o giros que no hace falta decirlos al contar la historia. Una historia coherente y verosímil.