lunes, 3 de enero de 2011

AMOR TORMENTOSO por LILIANA OSTROVSKY




Mientras la lluvia ciega los cristales, me acomodo lentamente en mi sillón. Adentro el ambiente es cálido, el fuego va quemando los leños, es un lugar confortable.

Necesito descansar, no siempre puedo. Dejo mis pensamientos y miro alrededor. Ahí, está mi escritorio donde algunas veces le escribí esas cartas de amor, la biblioteca con sus libros donde busqué poemas para dedicarle, o me inspiré para crear algunos yo mismo, la alfombra verde, suave, aterciopelada por la cual caminé muchas madrugadas. En fin, éste lugar tan mío.

Recién hoy logré empezar a despojarme un poco de ese pasado tormentoso, de esa relación que no nos hacía bien a ninguno de los dos, pero que no podíamos cortar, de esas idas y venidas que nos causaron tanto dolor, de nuestros diálogos ásperos y agresivos, de nuestras caricias. Trato de olvidar, pero vuelve a mi memoria aquella tarde cuando llegó tan hermosa, con su pelo sobre los hombros y el chall abrazándola. Pero al rato, ya estábamos discutiendo, ella reclamando:”si demuestras tan poco interés por seguir juntos,” y yo ahogándome para contenerme de contestarle que no se trataba de eso, sino que no podía contarle que había recibido el diagnóstico de mi enfermedad terminal y no quería condenarla al sacrificio.

Fue en ese momento cuando comprendimos que tal vez empezaba la caída, que el desgaste era cada vez mayor. Nos alejamos, volvimos una y otra vez, nos buscamos, todavía nos quedaba la pasión, nos despedimos, nos reecontramos, sí, nos hicimos mucho daño. Hasta que, finalmente, se fue un día y no nos vimos más. Todo fue quedando en el recuerdo.

Mi enfermedad avanza. Ahora comprendo que estoy muy cansado de esta vida ingrata, de sinsabores y amarguras, que ya no tengo ganas de nada. Sólo me resta esperar.

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