domingo, 7 de agosto de 2011

MILONGA por GLADYS GOLDSZTEIN

Esa noche era como cualquiera. Me invitaste a escuchar a tus amigos tocar en un bar perdido en Palermo, recuerdo que el garito era típico bar de esquina de barrio, sucio, desvencijado, con esos muebles color café desgastado, acusando los años de recibir parroquianos, denotando su historia…
Llegamos temprano. El viejo cartel del boliche citaba entre borrosas letras desgastadas por garúas trasnochadas: Bar “Tango a contra mano” de Sánchez y Santucho. La pizarra en la vereda anunciaba: Cena inauguración, artistas semanales: Hoy actuará el cuarteto “Tiempodegotán”. Hicimos nuestra aparición en escena. -Flaco como va?-, el Chiche y el Cholo apenas levantaron su cabeza al saludarte, ensimismados siguieron jugando al billar. El yoyega Sánchez detrás del mostrador se alegró al verte, flaco estaba seguro de que vendrías-, si tocan tus amigos no me podías fallar-. Santucho salía con los especieros, escarba dientes y demás para poner sobre las mesas. –Opa flaco, estamos de joda hoy, nos vamos para arriba, gran noche, gran!- Buenas noches señora, un honor tenerla por aquí-, me dijo tu amigo Pablo Palacios, el “intelectual” de la barra, con pocas materias que le quedaron por el camino, para recibirse de abogado frustrado. Se dedicaba a recorrer negocios con una falsa tarjeta de inspector de no sé qué pindonga, y vivía de las coimas. Llegando, “el negro” como le decían, forzaba siempre una sonrisa, no se alegraba demasiado al verme, el más complicado de tus amigos, los celos lo traicionaban. No aceptaba que tuvieras una vida aparte, en dónde el no entraba. En cambio don Carmelo, el padre de la barra, atravesó la entrada con su habitual sonrisa, fraternalmente vino a mi encuentro, abrazándome me dijo: -Cuando vienen a visitarme muchacha? Tenía una hermosa casa dónde solíamos ir a comer exquisitos platos elaborados por él. Su esposa lo había abandonado, yéndose a vivir con su mejor amiga. Fueron llegando otros con sus bagajes de historias. Pronto Santucho nos había preparado la mejor mesa, nos fuimos acomodando a su alrededor, entre saludos besos y abrazos. Me percaté de que era la única mujer en la mesa, parece que a novias esposas y amantes, no les gustaba demasiado el tango. Yo siempre acompañándote pensé, hasta en el boliche. Se fueron acomodando los músicos en un escenario improvisado cuyo único decorado eran los instrumentos. Fueron cayendo los acordes de bandoneón como gotas de lágrimas emparentadas con guitarra, piano, violonchelo y cantor. Que emoción, rodeados de amigos en aquel bodegón, mezcla de pintura del 900, sobre veredas de rock and roll. Fueron trayendo la comida y entre aplausos surgió la fusión. Nos bailamos aquel tango, el último sin saberlo…, el tango del adiós.

1 comentario:

Liliana Lucki dijo...

No fue una noche cualquiera !!!!

Hermoso relato. Muy buen grupo, éxitos.

Abrazo desde la fría Mardel. Lili