lunes, 16 de abril de 2012

Ilusiones en tiempo relativo Nancy Echeverria Kuperman

Era el tren surcando un atardecer de invierno; yo estaba ausente, ensimismada, sentada a lado de la ventana tomaba a cortos sorbos un café caliente, observaba el cielo teñirse de rojo pintado en un fondo infinito, la tarde moría, el tren avanzaba, fugaces sombras se rendían ante el sol y ante el crepúsculo declaraban su amor.
Paisajes que removían recuerdos de tantas ausencias, de pronto tuve la sensación de ser observada, unos ojos color miel reflejaron mi mirada, eran aquellos los dibujados en repetidos sueños, imagen embebida de nieblas blanquiazules, piel que rozara mis labios en llamaradas multicolores, frente a mi estaba el que hasta entonces creí fuera producto del inconsciente sueño, me arrojaba a la cara la verdad silente.
Atónita quede atrapada, subyugada a aquel que cortó mi respirar por un instante, no pronunciamos palabra alguna, burbuja mágica, una mirada detenida en otra mirada, tiempo y espacio relativo, un segundo una eternidad, treinta minutos de viaje convertidos en solo uno, mis pulsaciones se aceleraron, dialogo en silencio cual si él adivinara ser el protagonista de mis sueños.
El tren se detuvo, mi corazón pareció paralizarse, mi sangre congelarse, una mano invisible apretó mi garganta, simultáneamente ambos nos levantamos dispuestos a abandonar nuestros respectivos asientos, una voz interior me grito ¡No puede ser real! Apresure el paso dándole la espalda, sentí un estremecimiento cuando percibí su voz algo familiar cuando dijo: Espera unos minutos por favor; me detuve, él extendió una fotografía en la que observe mi rostro, mis cabellos, mi sonrisa en un entorno desconocido para mi, entonces me dijo: “Fue mi esposa, ella falleció hace cinco años” Solté la fotografía, me escabullí entre el gentío, caí desmayada. Luego desperté rodeada entre gente que me auxiliaba, él ya no estaba.

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