miércoles, 15 de junio de 2011

REBECA por TOLO BINDER

Ya no siento frio ni calor.
Sólo me invade la paz, algo totalmente desconocido, en los pocos años que transité por la vida terrenal.
¿Cómo me desbarranque al infierno? En mi fiesta de quince años todavía gozaba del sol, el viento, de las flores que recogía del jardín para alegrar a mi madre. Papá tenía tiempo, y en largas tertulias me preparaba para el futuro, elegíamos carreras universitarias que me fueran afines, pensábamos salidas laborales de las mismas, y llenaba mis oídos de buenos augurios y sabios consejos.
Mas llegó enero del año siguiente, mis estudios me impidieron salir de vacaciones con ellos. La confianza que me profesaban mis padres los hizo viajar con un poco de pena pero sin culpa.
El domingo de pileta en lo de Claudio, con los chicos del 3* “A” fue magnífico, Edu, su amigo unos años mayor, me pareció encantador.
Me alagaba que se hubiera fijado en mí, seis llamadas eternas en tres días inflamaban mi corazón.
No me asombro que el jueves a eso de las 20.00 hs. apareciera por casa,  ni me extraño que viniera con dos amigos, de su misma edad.
La charla comenzó trivial e inocente, hasta que ellos desnudaron sus intenciones,  con la amenaza de un cuchillo pase las tres horas más terribles de mi vida. Fui participe a la fuerza de un catálogo de bajezas sexuales inimaginables.
Cuanto tiempo estuve después tirada sobre la alfombra, no lo sé, ya sin lagrimas, desnuda, golpeada y humillada llegue al botiquín, pero las ocho pastillas que quedaban en el frasco no fueron suficientes.
Tres días dormí tirada en el piso del baño con la esperanza de no despertar jamás.
Mis padres, mis amigos, mis profesores, no entendieron la causa de mi cambio, tuve un cuchillo en mis manos, subí a la terraza pensando que esa altura era mi salvación, pero titubee y no fui capaz.
Ocho años, diez intentos, seguramente fueron el disparador para que aquellas molestias que sentía en mi interior como una llama intensa, fuera diagnosticada como leucemia.
Los dos años que pasé casi sin poder respirar, los utilicé en planear mi libertad.
Debía hacerlo de una forma segura, que no me hiciera flaquear en el instante preciso.
Y así fue, primero el alcohol como si una brisa fresca envolviera mi cuerpo, luego el fosforo me hundió en un calor maternal,  ¿donde caí? No sé, en la vereda, en la calle, que importa…
Si, créanlo, soy yo, y me alegro que no se den cuenta. Esta caja de madera será a partir de hoy mi universo de paz.

1 comentario:

shula dijo...

Tolo

la idea de contar un relato de atras hacia adelante me parece genial !!!

felicitaciones !