domingo, 29 de agosto de 2010

ALBERTO, MARCELA Y YO por Shoshana Zaltzman

Alberto era muy veloz. Logró ganarles a todos. En pocos minutos se encontró con Marcela. El era muy movedizo y ella, redondita y consentida hicieron lo necesario para engendrarme. Mi mamá ofreció su matriz y ahí me acogió en los próximos nueve meses. La verdad es que era bien piola mi "hogar", si bien la luz no andaba, el lugar era bien acogedor. No me faltaba nada, me alimentaba de los mejores manjares, nadie me molestaba  y si me enojaba por algo, cosa poco factible, daba unas patadas y todo se calmaba. Yo la hacía engordar y le pesaba un poco, pero no fue mi intención. También fui creciendo y creciendo hasta que no hubo más lugar y en un lindo día de verano salí para conocer a mi papá. Se ve que todos estaban muy contentos, ya que me llevaban de mano en mano, me decían piropos y trataban de encontrarme parecida a todos, menos al vecino de al lado (no sé por qué). Me compraron juguetes y ropa bordada, un chupete para hacerme callar, pero ni bien se aparecía un pariente con cara dudosa, ni el chupete ayudaba. Con el tiempo entendí que había llegado al mundo de los humanos, sin consultarme previamente pasé a ser parte de la humanidad, para bien o para mal. Y desde entonces aquí estoy, ocupando un lugar en este mundo. A veces no sé si Alberto y Marcela me hicieron un favor o no, creo que no lo sabré nunca.

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