viernes, 10 de diciembre de 2010

EL EMPLEO por GLADYS GOLDSZTEYN



Las agujas del reloj corren. Me despierto varias veces por la noche, tengo miedo de dormirme. Suena el despertador. Le robo dos minutos más al tiempo. Me levanto como un autómata, me ducho. Desayuno sobre el mantel que previamente preparó mi señora, mi abrigo impecable cepillado por ella, me espera a la salida. Mis hijos me despiden en la puerta como si fuera la última vez. Todos somos como extraños, casi no nos vemos, hay que trabajar horas extras, es que si no, el dinero no alcanza. Cuando vuelvo los chicos habrán salido con amigos, y mi esposa dormirá en un agotamiento total. Salgo a la calle y me sirvo del chofer de turno que entre peripecias, pasa los semáforos en rojo y no se detiene en los verdes. Todo es un caos de bocinas sonando por alcanzar la esquina siguiente. El ascensor explota de tanta carga, todos tiene que entrar a las ocho, marcar tarjeta, nos quedan dos minutos y la correspondiente cola. Estoy a salvo he llegado justo en hora, he marcado la tarjeta, gloria. En la oficina me convierto en el felpudo del jefe, el cual el pisa a su antojo. Hasta que yo tome coraje y lo agarre del cogote…

Eso sería perder el sustento y ya sabemos que en todos lados es casi lo mismo…

Solo me resta pensar en la unión del humano. Quizás algún día las cosas cambien para mejor…

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