miércoles, 17 de marzo de 2010

DOS LAMINAS Y UNA HISTORIA EN COMÚN por León Binder

  (la consigna, un relato a partir de la observación de dos imágenes) El drama había empezado.
Antonio, enfundado como todos los días en su enterito negro, su barba recortada y sus manos cuidadas, (detalles que el cuidaba con esmero),  daba vida sobre el escenario a Santos Villaverde, el trágico anarquista de los años treinta, de nefasta celebridad en nuestra historia. Como cada noche la concurrencia sufría, lloraba y se sonreía al compas de su actuación. Más para él, esta no era una noche mas, había discutido muy fuerte en la mañana con Verónica, y al pasar unas horas, esta había agarrado al niño y salido sin decir adonde. En la tarde Emanuel lo había llamado al celular para contarle muy entusiasmado que habían ido a la playa y que estaban disfrutando del hermoso sol primaveral. Esto, lejos de tranquilizarlo, lo inquieto más. Sabia de lo irresponsable de su mujer y pensó que seguramente el chico no tendría quien lo mire, afecto como era a los juegos peligrosos. Además, pensó que no es una época de mucha gente en la playa, ya que todavía estaban prohibidos los baños en el mar, y por el apuro de irse, Verónica no había llevado ningún tipo de protección, ni para el cuerpo ni para la cabeza. Además Emanuel había estado estos días bastante descompuesto por causa de algunos dientes que estaba cambiando y con esa fea costumbre de enterrarse en la arena hasta el cuello y estar horas así, con el sol a pleno sobre la cabeza, podía complicarse su problema de salud. No obstante todo esto Antonio, como buen actor, dio todo sobre el escenario esperando el final para poder volver rápido a su casa y ver que había pasado con su familia, ya que las veces que intentó comunicarse nadie contestó su llamado.               

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